Cinco años después
Cinco años después de que a propuesta de España se abriera en Barcelona el proceso de cooperación euromediterránea, la cuarta reunión ministerial, celebrada ayer en Marsella, viene a demostrar que el ímpetu ha decaído, cuando probablemente este tipo de relación regional es más necesaria que nunca. La conferencia de Marsella se ha visto contaminada, una vez más, por el conflicto de Oriente Próximo, que ha obligado a renunciar a una Carta Mediterránea de Seguridad. Sin embargo, pese a que Siria y Líbano decidieran no acudir a la cita, sí lo hicieron palestinos e israelíes, que se reunieron por vez primera desde la cumbre en Egipto, aunque las posiciones no se han movido, mientras prosigue la violencia. La UE se ha declarado a favor de un Estado palestino "en breve plazo" y preferentemente de forma negociada, pero mantuvo sus equidistancias, lo que provocó el rechazo de los Gobiernos árabes presentes.La UE ha acordado en Marsella un nuevo programa de ayudas a los países de la ribera sur del Mediterráneo, pero por debajo de las propuestas iniciales de la Comisión, sustancialmente recortadas por los países norteños, que ven ahora la prioridad para este gasto exterior en la reconstrucción de los Balcanes. Aunque la gestión comunitaria ha dejado mucho que desear, parte de la culpa de que el proceso de Barcelona haya quedado demediado corresponde también al Sur, incapaz de gastar en proyectos el escaso dinero que le ha brindado la UE en los últimos cinco años: tan sólo se ha ejecutado un 26% de lo presupuestado. Además, la integración entre esos países, uno de los objetivos del proceso de Barcelona, está estancada. Los intercambios entre ellos, tan sólo representa un 6% del total de su comercio exterior. En este contexto, y pese a las buenas promesas europeas de invertir más, el objetivo de una zona de libre comercio con la UE para el año 2010 puede ser una meta tan útil como imposible de alcanzar.
El Mediterráneo tiene una importancia primordial para Europa en términos humanos, de seguridad o de medio ambiente. No es cuestión ya de preservar el proceso de Barcelona, sino de buscar fórmulas para dinamizarlo. La conferencia de Marsella no ha sido ningún éxito. La que se celebre en el primer semestre del año 2002, bajo presidencia española, debería marcar un nuevo comienzo.
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