MARQ
El Consejo Jurídico de la Comunidad Valenciana ha detectado un sobrecoste de 800 millones de pesetas en las obras del MARQ y al Partido Popular no le merece ninguna importancia esta cifra. Para el presidente de la Diputación de Alicante, Julio de España, 800 millones de pesetas es una cantidad irrelevante en unas obras como las del nuevo museo arqueológico de la ciudad. A la oposición, que pretendía sacar partido de este asunto, De España la ha obligado callar. El MARQ es un museo que no admite discusión, les ha dicho.Estoy totalmente de acuerdo con el señor De España. Sus apreciaciones son muy reales. Uno paga la entrada del nuevo museo -nada barata, por cierto-, cruza la puerta y de inmediato advierte que allí se han gastado, peseta a peseta, los tres mil millones que ha costado la obra. El MARQ es un museo espectacular y cada una de sus salas está pensada para provocar la admiración del visitante. Apenas se atraviesa el vestíbulo, uno queda atrapado en la red de la tecnología que no dejará de zarandearlo hasta un par de horas más tarde cuando, con la cabeza atestada de hachas de sílex y urnas cinerarias, abandone el museo.
Debo confesar que estos museos tan impresionantes me aturden un poco. Me aturden porque nunca sé si lo que contemplo es la pasión desbordada de unos científicos o las atracciones fantásticas de un lujoso pabellón de feria. El de los museos es hoy un asunto controvertido. Todo el mundo está de acuerdo en que estos edificios no podían continuar como simples almacenes donde se guardaban y exhibían objetos relevantes y valiosísimos. A partir de aquí, sin embargo, comienzan las discusiones sobre el camino a seguir. En estos momentos, todo indica que se han impuesto los partidarios del museo espectáculo. No hay edificio de esta clase, de una cierta categoría, que no intente hacer el recorrido más atractivo a sus visitantes, recurriendo a cuanta pirotécnia considere necesaria. Naturalmente, el MARQ se inscribe en esta tendencia ahora tan de moda.
Aunque considero al MARQ un excelente museo, estoy convencido de que los resultados hubieran sido muy superiores sin esos 800 millones de sobrecoste que ha detectado el Consejo Jurídico. Esta abundancia de dinero ha perjudicado al museo. Cuando los arquitectos y los diseñadores manejan el presupuesto con prodigalidad, el resultado casi siempre es el exceso. A los artistas, un poco de ascetismo les sienta estupendamente. Les obliga a contenerse y a ejercitar la imaginación. Tal y como ha quedado, el MARQ tiene un exceso de ornamento y de técnica. Se ha querido impresionar al visitante, y se ha acabado creando una barrera entre éste y los objetos exhibidos. La cantidad de información que uno recibe es tan abundante, se emite juntamente desde tantos lugares y el clima de las salas resulta tan opresivo, que uno finaliza el recorrido deseando encontrarse frente a una pared blanca para aliviarse de la fatiga.
No quisiera, con estas consideraciones, dar una imagen negativa del MARQ. Insisto en que es un museo sobresaliente y estas desmesuras son fáciles de corregir a poco que la dirección del museo se lo proponga. Bastaría con preguntar a los visitantes y aplicar el sentido común. Un MARQ más humano y amable no tiene por qué resultar menos interesante.
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