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Reportaje:EXCURSIONESDE CANJÁYAR A BEIRES

Los guardianes de la vega

Los pequeños pueblos de la Alpujarra almeriense, humildes y blancos, han hecho de su identidad su mejor tesoro

Las montañas tapizadas de verde alzan su imponente figura protectora sobre conjuntos de casas blancas donde habitan aquellos que trasformaron el terruño terco en una admirable vega, heredera de un pasado esplendoroso. Es la Alpujarra almeriense. Son unos cuantos los pueblos que, desde Almería hasta el municipio de Laujar de Andarax, considerado como la puerta de la Alpujarra, se reparten el privilegio de un paisaje auténtico.Aproximadamente a medio camino entre la capital y Laujar, recostados cerca de los márgenes del río Andarax, se encuentran Canjáyar, Padules, Almócita y, algo más arriba, como queriendo avanzar otro paso en la escalada hacia el cielo, Beires. Las primeras menciones que se conocen de Canjáyar -hogar actual de apenas 1.700 almas- se le deben al geógrafo Al-Idrisi, que allá por el siglo X ya hablaba de Qansayar. Hoy el pueblo conserva un poso de historia vieja y una sólida identidad que lo hermana con el resto de municipios alpujarreños.

Encaramada en la cima de una pequeña colina, la ermita de San Blas custodia al pueblo que se desparrama a sus pies. Vigila las casas que se dejan caer por la ladera del cerro donde en su día estuvo el antiguo castillo árabe y hoy luce el humilde templo blanco y rojo al que los lugareños peregrinan en romería cada 20 de abril. Un recorrido a pie por Canjáyar lleva sin esfuerzo a la plaza del pueblo, donde el Ayuntamiento comparte espacio público con la iglesia en la que se venera la Santa Cruz del Devoto, reliquia hallada, según se cuenta en la zona, por un sacristán en el siglo XVII.

A tan sólo seis kilómetros de Canjáyar, ascendiendo por la carretera que lleva hasta Laujar, aparece Padules, donde apenas medio millar de vecinos se afanan por arañarle a la tierra el sustento diario.

Aunque Padules acoge las bodegas de vino Ferre, consolidadas como producto de la Alpujarra almeriense, quedan muy lejos los tiempos en los que la uva fue motor económico de la comarca. Aquellos mismos racimos que a principios de siglo se exportaban a Inglaterra o a Rusia, son hoy, a pesar de algunos esfuerzos, poco más que el digno recuerdo de un pasado de esplendor.

Los viñedos siguen siendo una estampa presente en la vega que comparten estos pueblos, pero su rentabilidad hoy tiene más que ver con el deseo y el tesón de algunos alpujarreños que con una realidad consolidada.

En Padules merece una visita tranquila la iglesia de Santa María la Mayor, de estilo mudéjar. Un recorrido por las calles estrechas y poco transitadas de este pueblo rodeado de barrancos brinda la recompensa de una bella panorámica del valle del río Andarax, sobre el que el municipio levanta su sosegado discurrir cotidiano. Y aún se puede obtener una vista más completa desde Beires, localidad situada a unos 917 metros de altitud, que apenas dista unos minutos en coche del municipio anterior.

Entre Padules y Beires habrá que atravesar antes Almócita, donde viven unas 180 personas. Allí firmaron la paz en 1570 don Juan de Austria y el morisco Aben Aboo.

En Beires el paisaje manda. Es un paisaje de tonos verdes, ocres y dorados y en el que suele ser difícil toparse con muchas figuras humanas. Todo lo más, algún que otro anciano del lugar que recorre sin prisa las angostas callejuelas de un pueblecito envejecido y silencioso al que ya sólo guardan fidelidad 140 vecinos.

Aún así, quizás por esa tranquilidad de pequeño reducto en el que el tiempo parece haberse estancado, Beires merece un breve recorrido. Desde allí se divisan con total nitidez los dos promontorios de blanca arquitectura: Canjáyar y Padules.

La visita a estos tres municipios ofrece recorridos naturales cuya riqueza está garantizada: las tres localidades forman parte del territorio que abarca el Parque Natural de Sierra Nevada en su parte almeriense.

El paisaje de la zona es un cuadro que varía con las estaciones y con la meteorología diaria.

Recios guisos para el frío

- Dónde. Canjáyar dista 47 kilómetros de la capital almeriense. Se accede en coche desde la carretera nacional que arranca del cementerio de Almería y que atraviesa Benahadux para después adentrarse en la comarca de la Alpujarra, siguiendo el cauce del río Andarax. Una vez en Canjáyar, se puede retomar la misma vía de acceso al pueblo para llevar a los cercanos municipios de Padules y Beires. Buena señalización. - Cuándo. El otoño es una buena época para disfrutar de los colores que se conjugan en esa estación y ofrece una meteorología aceptable en una zona donde el frío del invierno es bastante severo. Otra opción es el verano. Estos pueblos posibilitan un paseo cómodo sin los rigores estivales que azotan a gran parte de la provincia esos meses.

- Alrededores. Es recomendable no limitar la ruta a los cascos urbanos de las tres localidades y adentrarse un poco en sus alrededores. Así se podrá disfrutar de áreas recreativas como El Vivero de Cristal, a nueve kilómetros de Canjáyar, equipado con varias casas rurales para una estancia prolongada. Para comer, una buena opción es el restaurante de Canjáyar El Canario (950 51 01 77), que cuenta también con habitaciones. Está en la plaza del Ayuntamiento y ofrece potajes y pucheros caseros, así como el típico plato alpujarreño. También preparan comidas para excursiones.

- Y qué más. El Patronato Provincial de Turismo de Almería ofrece más información para organizar las mejores excursiones por la zona. (950 23 06 07).

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