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La inmigración en el diván del psiquiatra

Los problemas de residencia, trabajo y nostalgia acentúan su riesgo de patología mental

Hamed es un inmigrante subsahariano que llegó a España en patera huyendo de la guerra y la miseria. Transcurrido un año en el paraíso europeo, está hoy ingresado en el Clínico de Barcelona aquejado de una esquizofrenia. El mundo se le ha venido encima justo cuando tenía una oferta para trabajar en una finca rural de Lleida y podía resolver su residencia. Su cabeza no ha resistido más. El trauma de emigrar, las dificultades para regularizar la estancia, conseguir un trabajo y una vivienda digna y, sobre todo, la lejanía de la familia son los factores estresantes que abocan al inmigrante a un mayor riesgo de padecer trastornos mentales. Así lo entienden los primeros especialistas en psiquiatría transcultural, que alertan de un incremento de casos agudos en los próximos años.

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Casos como los de Hamed empiezan a aparecer por primera vez en las unidades psiquiátricas de los hospitales españoles. "De vez en cuando nos llegan inmigrantes, y no tenemos mucha experiencia con ellos", reconoce Rogeli Armengol, coordinador de Psiquiatría del Hospital General Vall d'Hebron de Barcelona. Sí son mucho más frecuentes los casos ambulatorios, aunque los especialistas advierten de que el reciente aumento de la inmigración y su difícil acomodo social implicará un incremento notable de pacientes agudos dentro de dos o tres años, principalmente en las grandes ciudades. "Después de ese tiempo es cuando se suele hacer balance sobre si ha merecido o no la pena pasar tantas calamidades", explica Joseba Achotegui, especialista en Psiquiatría Transcultural de la Universidad de Barcelona y director del Servicio de Atención Psicopatológica y Psicosocial a Inmigrantes y Refugiados (SAPPIR) de Barcelona.Este dispensario es pionero en España en el tratamiento de patologías mentales de personas procedentes de otras culturas, un servicio que desarrolla su labor bajo el auspicio del hospital Sant Pere Claver de la capital catalana y que cuenta con dos psiquiatras, dos psicólogos, un antropólogo y un asistente social, además de la colaboración de intérpretes. En Madrid también hay psiquiatras que desarrollan esta disciplina, como Luis Caballero en el Hospital Puerta de Hierro y Javier Fresneda, de la Universidad de Comillas. El objetivo, según Caballero, es "adaptar la psiquiatría a la cultura de origen de un tipo de paciente que va en aumento".

El SAPPIR ha atendido a un centenar de nuevos casos este último año y ha detectado un notable incremento de las visitas, que son gratuitas. La mitad de los inmigrantes con problemas de salud mental que trata son marroquíes. El resto se reparten en proporciones similares entre los procedentes del África subsahariana, de países del Este, de Asia y de estados suramericanos. Suelen tener entre 28 y 30 años, y la proporción de mujeres y hombres es del 50%.

Según Achotegui, la mayoría de estos pacientes presenta una combinación de síntomas depresivos y de ansiedad junto a síntomas psicosomáticos; "lo que de entrada te rompe un poco los esquemas", señala. Muchas de estas personas asocian su salud mental a algún problema físico, desde cefaleas a molestias abdominales. "Para las personas de otras culturas", ilustra Achotegui, "es normal relacionar lo psicológico con lo psicosomático. Nosotros tenemos esta última parte mucho más inhibida".El SAPPIR deriva los casos agudos a las unidades de ingreso de los hospitales y se encarga del seguimiento cuando éstos reciben el alta. También hay un grupo importante de pacientes inmigrantes a quienes el estrés provoca disfunciones sexuales, principalmente impotencia y eyaculación precoz.

La cultura determina la forma de expresar la dolencia. Bajo esta premisa, los psiquiatras transculturales realizan exploraciones específicas en sus pacientes inmigrantes. En un primer test se analiza si hay cansancio físico, problemas para dormir, dolores de cabeza, decaimiento y, muy importante, se evalúa los estresantes típicos del emigrante: dificultades para conseguir los papeles de residencia, miedo a ser agredido, problemas laborales y la falta de apoyo psicosocial. En este último aspecto desempeña un papel importante la ausencia de la familia, la lucha para traerla algún día a España. "Todo esto se enfrenta a lo que los psiquiatras llamamos la resiliencia del inmigrante, es decir, el grado de fortaleza de su personalidad, si aguanta mejor o peor las adversidades, si tolera las frustaciones, su permeabilidad al nuevo entorno social y cultural, etcétera. El resultado determina la aparición de conductas antisociales", dice Achotegui.

Pero para determinar exactamente su dolencia y entender a lo que se enfrentan, los psiquiatras transculturales realizan lo que Caballero denomina una encuesta etnográfica, en la que se interroga al inmigrante sobre si ha ido a curanderos, si ha seguido algún rito o si atiende a causas mágicas su estado mental. En el SAPPIR es frecuente que algunos de sus enfermos achaquen su estado anínimo a un mal de ojo o a algún fenómeno relacionado con la divinidad. Muchos marroquíes procedentes de zonas rurales afirman incluso que se encuentran mal porque, supuestamente, han sido envenenados.

Lo importante, según los expertos, no es tanto la literalidad de la causa como la descripción de los síntomas, que es lo que permite un mejor diagnóstico y tratamiento posterior. Y no extrañarse de las explicaciones que ofrece el paciente.

Los psiquiatras realizan una segunda exploración, la de los siete duelos. Los médicos definen el duelo como el proceso de reorganización de la personalidad que tiene lugar cuando se pierde algo que es significativo para el sujeto. Teniendo en cuenta que en la emigración hay una parte de duelo, pero que éste a su vez se enmarca dentro de un proceso más general de cambio que incluye también aspectos positivos (dejar el hambre, la violencia, los malos tratos, etcétera), los psiquiatras profundizan en los posibles problemas psicológicos en la elaboración de ese duelo por el individuo. La encuesta se centra en siete referencias: la pérdida del contacto con familiares y amigos, la pérdida de la lengua materna, de la propia cultura, de los paisajes y la tierra natal, la pérdida de la posición social, del contacto con el grupo étnico y la pérdida de la seguridad física en algunas migraciones. Cada cultura pone más énfasis en alguna de estas carencias. Hay inmigrantes que echan más de menos el paisaje, otros la lengua o las costumbres.

Al final del proceso, el tratamiento busca aliviar los síntomas superficiales (el dolor de cabeza es el más frecuente), suministrar fármacos ante ansiedades o depresiones agudas, y realiza una terapia psicodinámica con el objetivo de intentar reorganizar la vida relacional y social del paciente. Pero el mejor remedio de los médicos no está en sus manos: es el reagrupamiento familiar.

Consuelo Bautista

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