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VELA Vuelta al Mundo para solitarios sin escalas asistenciales

100 días contra todos los mares

La Vuelta al Mundo a vela en solitario, sin escalas ni asistencia, en 100 días. Más de tres meses en barcos de un máximo de 60 pies, 18,28 metros de eslora. Un reto para elegidos. El jueves salieron del puerto atlántico francés de Les Sables d'Olonne 24 navegantes, 22 hombres, entre ellos el español Javier Sansó, y dos mujeres, para intentar una nueva hazaña de los tiempos modernos. Hace cuatro años, en la tercera edición de la Vendée Globe, la tragedia rondó por la prueba y acabó confirmándose con la desaparición del canadiense Gerry Roufs tras salvarse milagrosamente otros tres participantes. El 23 de diciembre de 1996 naufragó el francés Raphael Dinelli (de nuevo en liza ahora) y fue salvado por otro participante; el 6 de enero de 1997 volcaron otro francés, Thierry Dubois (también navegando otra vez), y el británico Tony Bullimore, cuyos salvamentos por la marina australiana fueron casi milagrosos. Los restos del barco volcado de Roufs se encontraron varios meses más tarde.

La salida de esta cuarta edición, prevista para el día 5, se retrasó ya cinco días a causa del gran temporal que azotó desde el Atlántico las costas españolas, francesas e inglesas. Los propios regatistas lo decidieron. Hubiera sido un enorme riesgo empezar con vientos de 120 kilómetros por hora, pues las primeras aguas de la regata en esta época no tienen nada que envidiar en peligro a las más difíciles de los 46.000 kilómetros, 25.000 millas, que deberán recorrer de oeste a este los regatistas de siete países: 13 franceses, la mayoría, y de nuevo favoritos, encabezados por Marc Thiercelin, segundo en la pasada edición (en 113 días, Christophe Auguin ganó en 105), e Yves Parlier, primer líder de la flota ahora a lo largo de las costas españolas; cuatro ingleses, dos suizos, dos italianos, un belga, un ruso y el mallorquín Sansó, que sucede así al ilustre veterano Jaime de Ugarte, excelente sexto en la segunda edición de 1992-1993.

Sansó también tiene experiencia en navegación de altura. No es de los favoritos, pero ha querido vivir esta aventura única. Ha cruzado nueve veces el Atlántico y patroneó el Rael, primer velero español que llegó a la Antártida. Precisamente para evitar riesgos, uno de los cambios incorporados al reglamento ha sido la prohibición de navegar demasiado al sur, sin bajar de los 57º de latitud, cerca de la Antártida, donde el peligro de icebergs y las dificultades de rescate en caso de accidente serían mucho mayores. Es como una barrera en la travesía del Pacífico, entre los dos pasos obligados: los barcos deberán dejar la isla Heard, en el Índico, a la derecha (a la izquierda el cabo australiano Leeuwin), y el mítico de Hornos, a la izquierda. Y otra vez entre diciembre y enero.

Después de las tremendas experiencias de la tercera edición, también se han incorporado a los barcos nuevas medidas de seguridad. Por ejemplo, los mástiles pueden llegar a virar hasta un ángulo de 125º respecto a la superficie del agua (desde los 90º normales y frente a los 110º de 1996), sin volcar el barco. Además, para el caso de que el vuelco sea inevitable, se han modificado líneas de los cascos y añadido sistemas para que puedan ponerse de nuevo a flote más fácilmente. La incógnita, de nuevo, es si surtirán efecto.

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