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ELECCIONES 2000

El laberinto de una crisis institucional

Con el fantasma de una crisis institucional sin precedentes planeando sobre Estados Unidos, un presidente al que le quedan unas semanas en el cargo y tres ex presidentes celebraron en la noche del jueves una cena para conmemorar el 200 aniversario de la inauguración de la Casa Blanca. Hubo un gran ausente: el futuro titular del cargo.Fue curioso ver a Clinton, presidente hasta el 20 de enero y padrino político del demócrata Al Gore, departir con el ex presidente republicano George Bush, padre del presunto ganador de los comicios del martes. ¿Qué se dijeron? Clinton, maestro en estas cosas, satisfizo la curiosidad: "Le dije que sabía que estaba orgulloso de su hijo y también que, pase lo que pase, hizo una gran campaña".

La veteranía es un grado; Clinton y sus invitados (los ex presidentes Bush, Gerald Ford y Jimmy Carter) coincidieron en expresar la mayor tranquilidad sobre el porvenir de EE UU. "Debemos estar orgullosos", dijo Clinton, "de que esta batalla haya concluido con un resultado tan estrecho; eso no prueba las divisiones, sino la vitalidad de nuestros debates. Y el asunto debe ser resuelto de un modo consistente con nuestra Constitución y nuestras leyes".

Carter, también demócrata, confesó que lo que está ocurriendo es "algo a lo que no estamos acostumbrados". Y añadió: "no tengo dudad en que nuestro sistema prevalecerá". Bush, que vivió en Austin con su hijo primogénito la angustiosa noche electoral, se limitó a señalar que está "muy orgulloso" del gobernador de Tejas.

Todo el mundo en esa velada coincidió en que no abundan los antecedentes históricos de la crisis actual y menos aún claras soluciones constitucionales para la misma. Lo normal es que, aunque aún no haya concluido la totalidad del escrutinio en este gigantesco país, uno de los dos candidatos se declare perdedor y permita que el otro se proclame ganador. Es lo que estaba a punto de hacer Gore cuando le informaron de que los resultados eran muy ajustados.

El precedente Hayes

Uno de los invitados a la cena, el historiador Michael Beschloss, recordó que el único precedente que existe en el que un candidato se niega a aceptar su supuesta derrota ocurrió en 1876, cuando el demócrata Samuel Tiden, ganador del voto popular, denunció que el republicano Rutheford Hayes había ganado en el Colegio Electoral usando prácticas fraudulentas. "Y el lío", dijo Beschloss, "también estuvo en Florida". Aquel caso es lo más semejante al actual, hecha la excepción de que Gore no denuncia a Bush, sino que las papeletas en el condado de Palm Beach estaban mal diseñadas y organizadas. El contencioso fue resuelto por una comisión del Congreso, que dio la presidencia a Hayes.¿Debe celebrarse una nueva votación en Palm Beach? Miles de vecinos de ese condado, mayoritariamente demócrata, así lo exigen. Pero los republicanos recuerdan que ellos no diseñaron las papeletas, sino los demócratas con Theresa LePore al frente. Las papeletas de marras fueron aprobadas por los representantes de los dos partidos y expuestas para posibles alegaciones. Pero las protestas sólo llegaron el día de la votación, mientras más de 300.000 personas de Palm Beach utilizaban sin confusión esas papeletas, y se exacerbaron al conocer que Bush ganaba por poco en Florida, señala James Baker, apoderado del gobernador de Tejas. Eso, sugiere Baker, supone cambiar las reglas de juego una vez terminado el partido.De acuerdo con las leyes de Florida, es posible que un juez sentencie que las elecciones en Palm Beach y otros condados deben repetirse, o sus resultados ajustarse a la media de voto en esas zonas. Pero eso supondría abrir una caja de Pandora, que podría mantener al país durante semanas sin conocer el nombre del nuevo presidente. Partidarios de Bush en Albuquerque y Milwaukee amenazan con contestar los resultados oficiales en esas ciudades si Gore se suma a las acciones de Palm Beach. Los republicanos podrían exigir un segundo recuento en los Estados de Iowa y Wisconsin, donde Gore ganó por poco.

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Extremistas de ambos partidos campaban ayer por sus respetos, pero emergía un consenso entre los sectores políticos más moderados en que la versión oficial de los resultados de Florida, que se ofrezca la próxima semana, debe poner punto final a estas elecciones surrealistas.

La presidencia del ganador estará marcada por la estrechez y las dudas del resultado, y el perdedor tendrá que renunciar en aras de los intereses nacionales a lo que siempre considerará una victoria. Estados Unidos no puede permitirse una crisis prolongada. No ha superado aún las heridas abiertas por el procesamiento, juicio y absolución de Clinton por el caso Lewinsky, y está dividido políticamente en dos mitades iguales y hostiles, como demuestran los resultados de la elección presidencial y la escasa la mayoría republicana en las dos cámaras del Congreso. El futuro presidente tomará posesión con grandes dudas sobre su legitimidad y sin un abrumador mandato popular. Sea el que sea tendrá que gobernar por consenso.

Nixon estuvo ausente, por fallecimiento hace ya cierto tiempo, en la cena que conmemoró el 200 aniversario de la Casa Blanca. Pero su nombre fue muy citado. En 1960, Nixon sospechó de que John F. Kennedy le había ganado utilizando tretas, en particular en Chicago. Pero tardó menos de 24 horas en aceptar la derrota para, según escribió en sus memorias, no abrir una crisis y debilitar el peso internacional de EE UU. El político republicano, que terminaría ganando otras presidenciales y dimitiendo por el caso Watergate, también pensó en su futuro. "Solo Gore puede impedir que nos convirtamos en una republicana bananera", escribió ayer el politólogo Jeremy Mayer en The Detroit News. Que Gore debe seguir el ejemplo de Nixon, siempre y cuando el resultado oficial de Florida otorgue el triunfo a Bush, era un comentario que se abría ayer paso.

Rechazar ese resultado, embarcarse en acciones judiciales e insistir en que ganó el voto popular, le convertirían en algo que este país detesta: un perdedor amargado. Una capitulación noble le garantizaría un futuro político, pues Gore apenas tiene 52 años.

Cuatro ex primeras damas (Bird Johnson, Betty Ford, Rosalyn Carter y Barbara Bush) felicitaron en la cena de gala de la Casa Blanca a la titular, Hillary Clinton. Y es que tres días después de las elecciones lo único seguro es que Hillary ganó.

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