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El nuevo presidente y el bipartidismo.

Muchos comentaristas han hablado en tono drámatico de una nación "profundamente dividida" a propósito de las elecciones norteamericanas. Pero nadie debería esperar que empiece en breve una guerra civil: en muchos hogares norteamericanos él votó por Bush, ella por Gore y ambos ironizaron sobre el tema -probablemente incluso regañaron a su hijo o hija estudiante que lo confundió todo votando por Nader-. El centrismo moderado de ambos candidatos, la ausencia de amenazas importantes en el exterior y una excelente economía despojaron de gravedad a las elecciones. En marcado contraste con las típicas elecciones de los años de la guerra fría, no hubo tentación de aferrarse al líder más fuerte disponible que hiciese frente a la urgente crisis del momento. De esta manera, los estadounidenses debieron sentirse libres de votar guiándose por sus propios sentimientos hacia cada candidato: simpatía hacia el afable Bush, o respecto al preparado Gore.En una situación normal, el boom económico hubiera sido suficiente para asegurar la elección de Gore. Eso es lo que los modelos macroeconómicos predijeron. Pero, paradójicamente, el boom que ha durado un periodo de tiempo extraordinariamente largo -es, estadísticamente, el ciclo de bonanza económico más prolongado de EE UU- privó a Gore de su rentabilidad política: muchos norteamericanos dieron por sentado que es fácil encontrar trabajo y que por ello los salarios suben.

Los resultados de las elecciones dejan a Estados Unidos con un presidente que habrá de abrazar el bipartidismo como su norma-guía, probablemente comenzando por citarse con un responsable del gabinete del partido contrario. Por supuesto que en el Congreso los republicanos conseguirán la presidencia de la Cámara de Representantes, la mayoría en el Senado y la presidencia de todos los comités, lo que les otorga gran poder de control administrativo. Pero la estrecha mayoría de los republicanos en ambas Cámaras del Congreso no significa nada, ya que sus miembros a duras penas someten su voto a la disciplina de partido como sucede en los Parlamentos europeos, y en ellos hay bastantes republicanos progresistas para derrotar cualquier proyecto de ley típicamente republicano que no consiga suficiente apoyo demócrata.

Todo esto sucederá si nada perturba la controlada serenidad de la mayoría de los norteamericanos. Esto, sin embargo, no es la hipótesis más probable que nos espera. Para empezar, el boom económico está llegando inevitablemente a su final. Años de crecimiento económico real, en la mayoría de las industrias, en muchas empresas, fueron acompañados por una superestructura de inversión especulativa. A pesar de los recientes descensos, una enorme proporción de acciones en Bolsa está todavía sobrevalorada con respecto a sus niveles razonables. Muchas compañías han invertido demasiado en servicios no rentables. El próximo presidente tendrá que hacer frente a la liquidación, con sus quiebras bancarias, ventas en subasta y reducciones de personal. Muchos norteamericanos se verán afectados por una enorme cantidad de deuda acumulada a pesar (o a causa) del boom económico. La deuda media en los hogares sobrepasa ahora sus ingresos en un nivel desconocido. En el pasado se compensaba por el crecimiento en los mercados de valores, de los que muchos se beneficiaban a través de fondos de pensiones. Pero ahora cae el valor de las acciones mientras las deudas se mantienen. A diferencia de los europeos o los japoneses, al menos la mitad de los hogares estadounidenses no dispone de ahorros suficientes, por eso el desempleo tiene un impacto brutal.

Por otra parte, en un mundo impredecible, la crisis esperada es la que tiene menos posibilidades de suceder, pero lo que sí sería difícil es que el nuevo presidente disfrutase de cuatro años sin una crisis internacional. Será entonces cuando los norteamericanos esperarán tener ese fuerte liderazgo que han rechazado y esperarán con rabia a las próximas elecciones para repudiar su elección de 2000.

Edward N. Luttwak es miembro directivo del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington.

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