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¡Llegó la hora de votar!

El final de la era Clinton se definirá, desgraciadamente y gane quien gane mañana las elecciones, como el fin del periodo más largo de expansión económica en la historia de Estados Unidos. El mercado de valores zigzaguea de un lado a otro, los hinchados precios de los apartamentos están descendiendo levemente en Nueva York y el mercado laboral experimenta una ligera tendencia a la baja en todo el país. El próximo presidente, Gore o Bush, probablemente lo tendrá mucho más difícil para lograr que la economía funcione igual de bien.Después de todo, ¿qué hemos aprendido en esta campaña presidencial, que ha acabado por ser la serie de televisión más larga de la historia? El gran interrogante filosófico, y ha habido muchos ejemplos en el siglo XX, tanto en la historia europea como en la de Estados Unidos, es hasta qué punto es eficaz para el ala izquierda de un partido de centro hacer una campaña disidente de su partido? ¿De qué le servirá a Ralph Nader llevarse un 5% del voto, de importancia crucial en una carrera tan igualada, poniendo así en peligro al partido más cercano a su ideología en lo que a ecología, grandes empresas... se refiere?

Desgraciadamente, el ego de Ralph Nader se interpuso en el camino de su sentido común. Ralph Nader fue eficaz como opinión disidente valiosa cuando no pertenecía al Gobierno y no intentaba torpedear a los demócratas. Ralph Nader probablemente saldrá de estas elecciones siendo mucho menos respetado y, desde luego, con mucho menos poder del que tenía antes de su terca intransigencia.

Dicho esto, también hay que mencionar que Al Gore no ha sido un candidato eficaz; es como una mujer hermosa llena de cualidades, pero que desanima a sus pretendientes porque no es capaz de transmitir lo encantada que está con ellos, con el hecho de que existan. Gore hace que los demás sientan que es importante; Roosevelt, Reagan, Kennedy y Clinton hacían que los votantes se sintieran importantes, y en eso consiste en parte el ser político. Paradójicamente, Hillary ha conseguido separarse de la "era Clinton" mucho mejor que Gore. Cuando los medios de comunicación percibieron su inseguridad, por tratarse de ellos, tiraron sin piedad a matar. El equipo de Gore no estaba atento al hecho de que el de Bush y sus seguidores estaban decididos a hacer que los debates se juzgaran no por su contenido, sino por quién ganaba el premio al encanto. La mayoría de los medios declararon instantáneamente ganador del premio del encanto en los debates a un inseguro George W. Bush, que sabía que se podría salir con la suya por sus imaginativas ocurrencias. "Gore dice que él inventó Internet; bueno, déjenme que les cuente: Internet empieza por www.com. Tres W. Ése soy yo. Yo soy la W". ¡Y yo inventé Barcelona, porque Barbara se escribe con B!".

Puede que la política exterior no varíe mucho entre Bush y Gore, pero el futuro del país depende enormemente de quién gane en el Congreso y el Senado. Aquí, las mujeres han sido mucho más inteligentes que Nader al encauzar su disentimiento dentro de la corriente principal. Estas elecciones señalan la primera vez en que un enorme número de mujeres compite por escaños tradicionalmente ocupados por hombres, y muchas de estas mujeres se presentan como demócratas. Hasta ahora, las mujeres habían tenido muy difícil el competir por un cargo porque no podían reunir los ingentes fondos necesarios para la campaña. Las organizaciones de mujeres han estado preparándose para estas elecciones durante años; la "Emily list", una lista independiente de mujeres de ambos partidos cualificadas para presentarse a un cargo, ha estado circulando durante varios años.

Si un gran número de las mujeres que optan a un cargo ganan mañana demostrará que son dignas de confianza e incluso imprescindibles en el perfil del Congreso en años venideros.

Lo que más temen los demócratas de una posible presidencia de Bush es que George W. estará en situación de decidir sobre varios miembros del Tribunal Supremo y nuestro "compasivo conservador" se inclina por dos jueces de extrema derecha. Uno de ellos, la juez Edith Jones, una tejana que ha dictado algunas sentencias terribles. Una de ellas era sobre una mujer que había sido terriblemente humillada y acosada por los hombres de la fábrica en la que trabajaba. La juez Jones se limitó a encogerse de hombros. El otro, mucho más grave, implica una pena de muerte en un caso en el que la juez Jones había desestimado a un juez federal de rango más alto que había solicitado un nuevo proceso declarando que había que sobreseer el caso porque el abogado de oficio nombrado por el tribunal se había quedado dormido durante el juicio. Este caso es un claro ejemplo de que el sistema de George Bush "dejemos que cada Estado se gobierne a sí mismo" no funciona.

Es difícil para los estadounidenses que no hayan vivido en Tejas, cosa que yo he hecho, comprender el poco tiempo que hace que Tejas adoptó la ley constitucional estadounidense (no lo hizo hasta los años sesenta), o lo extendido que está el principio de que cada uno se las arregle por su cuenta en la cultura tejana. Y, por tanto, lo peligroso que es para el país llenar el Tribunal Supremo de jueces de mentalidad tan primitiva como la de la juez Edith Jones.

Respecto al resultado de mañana, no me siento muy optimista con respecto a estos comicios; sin embargo, también es verdad que Estados Unidos es un país centrista. Si gana Bush, se verá forzado por la opinión pública estadounidense, que lo votó como un republicano moderado, a apartarse un poco de la fracción de extrema derecha de su partido. Así, lo que comenzó como una retórica de campaña simplemente para atraer a los votantes independientes puede acabar perfilando su presidencia. Si gana Gore, debido a que tiene más posibilidades con el voto electoral que con el popular, una espera que su extremada inteligencia le libere del papel de Hamlet que ha representado en esta campaña. Ahora bien, si Gore gana el voto estatal, pero no el popular, según la ley estadounidense, gana las elecciones. Sólo ha sucedido una vez en la historia que un candidato ganase en el colegio electoral (basado en el número de votos que tiene cada Estado) y no ganase el recuento popular. Si eso sucediera esta vez a cualquiera de los dos candidatos, y es una posibilidad muy real, las discusiones acerca de quién ha ganado en realidad se prolongarán hasta el infinito, como el caso de Monica Lewinsky. Lo único seguro es que el poder de los medios de comunicación en las elecciones estadounidenses -tal como lo utilizan- será el tema de una remesa de libros nuevos. The New York Times se pronunció por Gore, pero lo hizo demasiado tarde como para servir de contrapeso de los salvajes talk shows. Gane quien gane, el problema fundamental pendiente en este show, digno de una película del salvaje Oeste, es que la prosperidad ha generado un poder de los medios de comunicación que con frecuencia usan de modo irreflexivo, y un público apático y soñoliento que no parece recordar que el derecho al voto es un derecho y un deber de cada ciudadano.

Barbara Probst Solomon es escritora estadounidense.

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