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Entrevista:ENRIC ARGULLOL Rector de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona

"El problema no es la financiación, sino la organización"

La Universidad Pompeu Fabra (UPF), de Barcelona, acaba de cumplir 10 años y se ha convertido en uno de los centros de referencia de este país. Enric Argullol, su rector desde que fuera fundada, se prepara para dejar el cargo dentro de unos meses. y se une al coro de quienes, de pronto, no parecen interesados en crear un nuevo marco jurídico que sustituya a la Ley de Reforma Universitaria (LRU), sino en introducir en la legislación cambios pequeños pero de repercusiones decisivas. El principal problema de la Universidad española, asegura, no es la financiación, sino la organización, es decir: los órganos de gobierno. Pregunta. ¿Qué caracteriza la UPF?

Respuesta. Primero, preocupación por el rendimiento académico; segundo, preocupación por mantener una permanente apertura al mundo, como lo evidencia la procedencia del profesorado o el nivel de participación de los estudiantes en programas de intercambio, y tercero, la voluntad de establecer unos instrumentos y un clima adecuado para la investigación.

P. ¿Qué instrumentos necesita la Universidad para hacer frente a los retos del futuro?

R. Es un momento difícil. La sociedad española debe ser consciente de que se han de introducir algunas reformas para facilitar la adaptación a los cambios, que no únicamente se derivan del descenso demográfico. Algunos de estos cambios pueden exigir reformas a nivel legal y otros pueden mantenerse a un nivel inferior. No es necesario que toda la reforma se haga de golpe con una nueva ley.

P. La reforma de la LRU llegó a estar prácticamente pactada en la anterior legislatura. ¿Por qué de pronto nadie quiere tocarla?

R. Yo nunca he sido partidario -incluso desde un punto de vista de técnica legislativa- de hacer grandes reformas o nuevas leyes. Hacen falta algunas reformas y debemos saber en qué dirección. Por ejemplo, si la reforma va en la dirección de disminuir la intervención de la universidad en la selección del profesorado, no me parece bien. Con un sistema de selección de profesorado en el que todos los miembros del tribunal siempre fueran designados por sorteo, puedo asegurarle que no hubiera sido posible la UPF.

P. ¿Cuáles son los temas centrales?

R. Lo que yo llamo la cuestión organizativa...

P. ¿Quiere decir los órganos de gobierno?

R. Sí. Por no hablar de la estructura organizativa del Consejo de Universidades. Dadas las circunstancias actuales, y aunque creo algunas reformas son imprescindibles, no sé si estaría de acuerdo con la dirección en la que podrían salir. Por ejemplo, es evidente que para adaptarnos a los cambios es necesario introducir flexibilidad en la política de profesorado, respetando, por supuesto, los intereses económicos legítimos de aquellos que están hoy en día en la función docente. La reestructuración es necesaria para adaptarse, no sólo al descenso demográfico, sino también al cambio del sentido de la demanda, tanto de los estudiantes como del mundo del trabajo. Algunos estudios prácticamente no tienen alumnos y en cambio hay nuevas necesidades a las que hay que hacer frente si no queremos perder el tren del desarrollo económico del futuro. Si cambiar quiere decir matizar el sistema de gobierno, pero siendo muy conscientes de que hay algunos elementos que están muy asentados, pues bien.

P. La UPF es una universidad creada ex novo, que se permitió establecer prioridades. ¿Pero qué pasa con las grandes universidades, que arrastran un lastre muy difícil de gestionar?

R. En los últimos 30 años la Universidad española ha hecho un papel social muy importante que a veces perdemos de vista, que es la socialización de la enseñanza superior. Posiblemente se han perdido ocasiones y algunas cosas se podrían haber hecho de otra manera. Pero enfrentarse a la combinación de fuerzas vivas locales e intereses corporativistas es ... tiene costes que nadie quiere asumir. Y esto se paga.

P. ¿Qué modelos ha introducido la UPF?

R. Un ejemplo. Hace ya tres o cuatro años decidimos que a la universidad se entra de becario, bien con becas del ministerio, bien con becas de la Generalitat, bien con nuestras propias becas, procedentes de reconvertir los fondos que correspondían a los profesores ayudantes. Pero ahora que hemos incorporado los estudios tecnológicos, sobre todo en el campo de la informática, no hay ningún estudiante que sea mínimamente bueno que acepte trabajar por una beca a tiempo completo para ganar 150.000 pesetas al mes, porque gana mucho más en el mercado de trabajo. Estaríamos condenados a tener como becarios a los peores de su promoción. Para retener como becarios a los buenos estudiantes y conseguir que se formen y que en el futuro puedan ser profesores, hemos tenido que hacer algo académicamente muy heterodoxo, como incorporarlos a un proyecto de investigación, pero permitir que ganen dinero fuera de la universidad. Hemos creado unas becas a tiempo parcial con menos dinero, porque ya lo ganan. A lo mejor luego no funciona y tenemos que rectificar. No importa. A veces uno se equivoca, pero hay que buscar fórmulas. Para que la Universidad española pueda seguir el ritmo de los tiempos hay que introducir modelos que permitan abrir el abanico salarial, y ya sé que éste es un tema delicado.

P. Tal vez ya no sirva hablar de la universidad como un todo, sino de las universidades.

R. Sí, es cierto. Lo que pido es que me den el máximo de instrumentos. Habrá algunos que los usen de una manera y otros de otra. Dependerá de muchos factores; de la realidad sobre la que actúan, del punto de partida, de la voluntad política... La voluntad política se retroalimenta del sistema y por eso insisto tanto en la la cuestión organizativa. No creo que el principal problema de las universidades sea la cuestión financiera, sino la cuestión organizativa, los órganos de gobierno. Estoy convencido de que esto repercute sobre todo. En cualquier universidad, por compleja y pesada que sea su herencia, si el sistema del gobierno permite un cierto liderazgo es posible iniciar un camino de mejora, pero si no es así, por mucho dinero que se ponga es como tirarlo a un pozo negro. Uno de los elementos más perversos de la actual organización es la relación de automatismo que hay entre planes de estudio y distribución de recursos. Esto explica que haya planes de estudio absolutamente increíbles, porque un profesor en una posición de poder interna ha conseguido que su asignatura tenga mucho peso para que así le den más plazas.

P. ¿Qué sugiere contra esta perversión?

R. En estos momentos es muy difícil aplicar un cambio radical. Se podrían tomar medidas en puntos nodulares de gran incidencia; pequeñas medidas, pero que suponen un cambio cualitativo. Por ejemplo, rompiendo la relación entre recursos y planes de estudio o cambiando el papel de las juntas de gobierno, que se han convertido en una mera cámara de registro de las decisiones de los departamentos y centros. Una de las cosas que más me indigna es esta sensación de apropiación de un servicio público que a menudo se desprende de una serie de afirmaciones pretendidamente progresistas, pero que son tremendamente reaccionarias. La universidad es de los ciudadanos, no de quienes trabajan en ella. En el último claustro, a una pregunta en el sentido que le indicaba respondí: Oiga, esto no es una cooperativa en la que tenemos que repartirnos los fondos entre nosotros, esto es un servicio público y los propietarios son los ciudadanos de ahí fuera que la financian. Esto se tiene que acabar.

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