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GOLF Volvo Masters

El regreso de Tiger Woods a Valderrama

Miguel Ángel Jiménez evoca los prodigios de hace un año a tres días del torneo mundial

Carlos Arribas

Tiger Woods ya era Tiger Woods hace un año cuando desembarcó en Valderrama para ganar el torneo que cerraba el recién nacido circuito mundial y se cruzó en su camino un intrépido golfista malagueño llamado Miguel Ángel Jiménez. Tiger Woods fue Tiger Woods y ganó el torneo en el exclusivo campo gaditano, pero Miguel Ángel Jiménez, su pelo rizado, su gorra, sus arrugas y su bigote le hicieron sufrir. Desde entonces, desde el hoyo 17º de Valderrama el segundo domingo de octubre de 1999, Tiger Woods sigue siendo Tiger Woods, ha ganado nueve torneos más, ha logrado el Grand Slam (se impuso en tres de los cuatro grandes del año: Open Británico, Open de Estados Unidos y PGA, pero ya había conquistado en 1996 el Masters de Augusta), no ha cumplido todavía los 25 años y tampoco ha vuelto a cometer un triple bogey. Fueron ocho golpes en el traicionero 17º de Valderrama, fueron dos visitas al agua desde una pendiente casi vertical y resbaladiza, fue un +3 que permitió a Jiménez, el héroe popular de la tierra, llegar al 18º líder y con un golpe de ventaja sobre Woods. Fue un momento en que todo el mundo soñó con una victoria despampanante del trabajador del golf, del Jiménez que empezó tarde y desde abajo, ante la estrella. La realidad, claro, se impuso a los sueños. Jiménez hizo bogey en el 18º. Jiménez jugó un desempate con Woods. Jiménez, efectivamente, perdió.Jiménez, se supone, debería estar resentido un año después. Rozó la grandeza y se le escapó. Desde entonces no ha vuelto a ganar un torneo. Ha quedado segundo, detrás de Woods, claro, en un grande, el Open de Estados Unidos, pero no ha vuelto a ganar. ¿Debería pensar el golfista amante de los Ferraris, de su familia, de su tierra y de lo bueno que una victoria en Valderrama habría cambiado su vida? "No, qué va", responde sincero. "Si sentí no ganar no fue por mí, sino por toda la gente y por todo el mundo que llevaba detrás de mí apoyándome. Si jugué tan bien esas semanas fue por la gente, así que lo sentí por ellos, que tanto habrían gozado de mi victoria".

Jiménez, en efecto, dicen las crónicas, forzó un triple bogey del Tigre ("una ventaja que me abrió la puerta de la victoria, pero luego me di con el quicio"), con lo cual debería haber andado luego por esos mundos con el pecho por fuera y el desdén en los labios, pero, claro, ese no habría sido el Jiménez que ha llegado a convertirse en uno de los mejores golfistas españoles de la historia pese a no destacar espectacularmente en ningún aspecto del juego. No, Jiménez es otro. "He visto el vídeo de aquel día varias veces, y así, en frío, puedo decir que el triple bogey de Tiger no fue justo. Woods había jugado tres golpes perfectos y no merecía ese resultado. De hecho, este año ya han modificado el 17º para que eso no vuelva a repetirse".

Jiménez, pues, se echó a un lado y dejó llegar a Tiger Woods. "Pero no. Aunque hubiera ganado yo, la leyenda del Tigre habría sido la misma. Su clase es total, domina todos los palos, pega largo y recto, más fuerte que nadie, no tiene puntos flojos, y está muy bien de la azotea". Y Jiménez, ¿quién es Jiménez? "Soy regular con todos los palos, pero no soy ni una cosa ni otra, ni artista ni pegador, más que nada soy un jugador agresivo. Y lo que más me gusta, más que nada, es dominar la pelota. Es mi mayor satisfacción". Y de la azotea, ¿cómo está? "Creo en mí y me quiero". Perfecto, entonces.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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