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CONTRATO CON EL DIBUJANTE

Puppy, Jeff y Cicciolina

El diputado general y la consejera de Cultura esperaban bajo la lluvia la llegada del Artista, dispuestos a hacer gala de la tradicional hospitalidad vasca. Jeff Koons, el padre de Puppy y padre del hijo de Cicciolina, quien tiene asimismo un terrier llamado Bu-Bu y un osito de peluche y un cicciolino que ha mostrado generosa a todo el mundo, vino a Bilbao con la intención de visitar a su perrito, que también se exhibe orgulloso y florido."Puppy es muy feliz en Bilbao", "Puppy renovó sus flores", "Koons echa una mano a los niños con Puppy"; al día siguiente los periódicos saludaban el evento con alegría y el dibujante, que tiene alma de infante, se ha imaginado a Puppy paseando por Bilbao de la mano de Unamuno, como una sombra que quiere ser la sombra de su mano, la sombra de su sombra, la sombra de su perro. Ne me quittez pas, Puppy. Confidencias solitarias del filósofo con el perro. Conversaciones, como las charlas de Gala con Troylo o las de Virginia Woolf con Flush o las de Emile Bronté con Keeper o las de Carlyle con Nero o las de Byron con Bosun o si me apuran las de Cicciolina con Bu-Bu.

He paseado con el dibujante por este Bilbao de marketing y diseño, donde todavía él puede detenerse para acariciar al can pulgoso y cojo de un vagabundo y al cocker spaniel de una adolescente, mientras contempla su adorada Ciudad de la Lluvia, la del tiempo de perros, paraguas y últimamente ciudadanos y diputados con barbours y gorros de pescador inglés, una ciudad que ya tiene su Calle del Perro y su Fuente del Perro y que tuvo aquella tienda de cacharros llamada el Perro Chico y que ahora parece enjugar su pasado en un nuevo signo identitario, en su mascota definitiva, en su Maneken Pis, en su totem postmoderno: en Puppy.

Puppy ha cumplido tres años y le han quitado las begonias y le han puesto cinco mil pensamientos y la memoria del dibujante regala el poema que Virginia Woolf dedicó a Flush: "¿Veis este perro? Ayer mismo cavilaba yo aquí sin hacerle caso, hasta que los pensamientos me arrancaron cada uno una lágrima".

¿Y si este perro en vez de una mascota fuera un complot? ¿Una burda maniobra del artista?, pienso, mientras trato de ahuyentar la melancolía del dibujante susurrándole al oído: "Al fin y al cabo, el arte siempre ha pretendido épater les bourgeois, subvertir costumbres y valores, cambiar las miradas".

"Creo que aquí hay perro encerrado, Eguillor", le advierto.

El dibujante, que lleva tiempo soñando una romántica historia con Puppy irrumpiendo en el Bellas Artes, mancillando el clasicismo, dejando una estela de colores, formas, líneas y contornos nuevos, asiente convencido de que estamos en la misma frecuencia de onda artístico-revolucionaria.

"La cosa no va por ahí", le preciso. "Tengo datos para afirmar que Puppy es el Perro de Troya. Tras su cándida apariencia encierra cinco mil aliens invasores, llamados eroticones inoculados por su autor, uno por cada pensamiento. Germinarán durante el invierno y, cuando llegue la primavera, con la caída de la flor, brotarán como un ejército invasor".

El dibujante no me toma en serio. Le insisto en que todo ese público que registra gloriosamente la estadística del museo, esos estudiantes, excursionistas, jubilados, turistas culturales, cazadores de autógrafos, despistados, transeúntes y algún que otro intelectual, todas esas criaturas, todos esos niños que se acercaron a Koons dibujando miles de puppys, todos, están en peligro. Porque, según Steimberg, el único teórico que se ha tomado la molestia de inventar una teoría sobre el papel pasivo del consumidor en la cultura, "el arte moderno nace en la ansiedad y pretende transmitir desasosiego al espectador."

"¿Pero quien demonios es ese Steimberg?", pregunta escéptico el dibujante.

"Una autoridad, un tipo al que le dedicó un ensayo Tom Wolfe, un erudito, el gurú que desde sus conferencias del Museo de Arte Moderno de Nueva York bendijo y condenó sin remisión. Con sólo pronunciar su nombre todavía se persigna el mísmísimo Thomas Krens. Fíjate si fue un tipo influyente: en un día terminó con el expresionismo abstracto".

"O sea que aquí hay Puppy encerrado", comenta un pelín escéptico.

Para fumigar todas sus dudas puse mis pruebas encima de la mesa. Las fotos que James Bond nunca llegó a conseguir en Bilbao. Allí estaba Koons, el padre de Puppy, con Cicciolina, la madre de su hijo, en plena porno- perfomance, en absoluta muestra de ansioso Pop Art. El, enhiesto, desafiando la fuerza de la gravedad con su obelisco milenario. Ella sonriente y lasciva . Los dos siguiendo las teorías de Steimberg, empeñados en transmitir al espectador un genuino ñaca-ñaca existencial.

El dibujante observó con detenimiento la sinceridad de la prueba y después de un breve suspiro sentenció: "Tiene el mismo significado que los botes de sopa Campbell de Warhol y que las viñetas de Roy Lichtenstein, pero sin duda crea más ansiedad". Luego comentó con gesto preocupado:

"¿Sabe algo Vidarte de esto?"

"¿De las teorías de Steimberg? Seguro que sí. Es joven y presumo que suficientemente preparado".

"Me refiero a lo de Puppy como presumible subvertidor de valores y a ese sarampión de pensamientos eroticones que Konns le ha inoculado para que florezcan en primavera".

"Me temo que no".

"Pues habrá que estar atentos. Tendremos que alertar a Osakidetza para que vacune a los niños. Envía el dossier y las fotos por triplicado con copia a la consejera de cultura y al diputado general. Puedes encabezarlo así: 'Informe sobre la destrucción de unos valores inestables que todavía nos contemplan".

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