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ELECCIONES 2000

Los candidatos se apoyan en la religión para reforzar su mensaje

En un país como EE UU, donde el 94% de la población se declara creyente, no sería extraño que la religión tuviera un papel en cualquier campaña electoral. Y todo parecía indicar que así sería con la designación del judío ortodoxo Joseph Lieberman para la vicepresidencia demócrata. Los antecedentes existen. Como ocurrió en 1960 con el catolicismo de John F. Kennedy, el primer presidente católico de EE UU, Lieberman es el primer candidato judío que figura en una candidatura presidencial en la historia de la república.

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A pesar de estos antecedentes, cualquier parecido entre la influencia de la religión en las campañas de 1960 y la actual es pura coincidencia. Kennedy tuvo que dedicar una parte importante de sus esfuerzos a demoler una insidia que ahora puede parecer pueril, pero que entonces rondaba en el subconsciente de muchos: que, si llegaba a la Casa Blanca, las decisiones las tomaría "el Papa de Roma", y no él. Una noción nada extraña si se consideran las raíces protestantes y cronwellianas de una parte importante de los primeros colonos.En esta campaña, Lieberman ha introducido el factor religioso, y raro es el mitin donde no haga continuas referencias a la importancia de "la fe y los valores religiosos que entroncan con la fundación del país". Y no sólo en los encuentros con sus correligionarios, los judíos, sino también en sus discursos en ámbitos de otras religiones.

En plena recta final de la campaña, el candidato a vicepresidente se dirigió a los estudiantes de la Universidad (católica) de Notre Dame, dirigida por los jesuitas, con una apasionada apelación a "recuperar la fe en este momento de incertidumbre moral". Incluso se atrevió a utilizar la religión para arrimar el ascua a la sardina demócrata con la afirmación de que "el reforzamiento de los programas de sanidad y pensiones [los caballos de batalla de los demócratas] constituyen una prolongación del mandamiento bíblico de honrar a nuestros padres".

Ante la sorpresa general, nadie cuestionó la afirmación de Lieberman, quizás porque tanto Gore como Bush, más el primero que el segundo, se suben en cuanto pueden a un púlpito para invitar a los congregados a votar. La irrupción de Clinton en la campaña se produjo precisamente la pasada semana en una iglesia protestante del Bronx neoyorquino, días después de una reunión de Gore con varios representantes de las iglesias negras.

Como ha afirmado el director de la organización judía Liga Anti-Difamación, Abraham Foxman, la afiliación religiosa de los candidatos ha dejado de ser una cuestión decisoria en las campañas.

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Incluso ahora, con el tremendo cambio demográfico que ha sufrido el país desde la década de los sesenta, ser el primero en algo puede considerarse como una ventaja. Uno de los líderes demócratas más destacados entre la población de color, el predicador afroamericano Jesse Jackson, reaccionó entusiasmado ante la designación de Lieberman. "Me encanta el nombramiento. No sólo por él, sino porque cuando cae una barrera para un grupo [en este caso, los judíos], las puertas de las oportunidades se abren para el resto", fue su reacción. El único grupo donde la fe de Lieberman preocupa es el árabe-americano, aunque hasta ahora se ha guardado de expresar públicamente esa preocupación.

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