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Tribuna:FÚTBOL La resaca de la jornada
Tribuna
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Jesús Gil se queda solo

Árbitros, entrenadores, preparadores físicos, futbolistas estrellas, jóvenes promesas, secretarios técnicos, médicos, fisioterapeutas, abogados, relaciones externas, empleados varios, el gobierno, la federación, la administración judicial, el interventor, los periodistas, un sector de la afición, la oposición, ex jugadores, las secciones desaparecidas, directivos de equipos rivales, chicos del filial, gerentes, directores generales, hasta la familia... Ningún componente del Atlético y sus alrededores ha esquivado el afilado dedo inquisidor de Jesús Gil. Nadie directa o indirectamente relacionado con este negocio se ha librado de tener que cargar alguna vez con la culpa de algún suceso negativo para los intereses del Atlético. Nadie, excepto el propio presidente, al que jamás se le ha escuchado una autocrítica.

Tampoco se le conoce a Gil una mueca de duda. Siempre, por muy de norte a sur que viajen sus opiniones, le encuentra una explicación a los problemas, y les aplica una solución inmediata. A menudo drástica, traumática, polémica, sangrienta. Muy pocas veces pacífica. Y en algunos casos, incluso disparada contra su propio santoral, contra personas veneradas públicamente por él tan sólo unos minutos atrás. Cualquier cosa con tal de no quedar personalmente salpicado.

La liturgia en tiempos de crisis es siempre la misma. Gil tuerce el gesto, se arma de su particular vocabulario de descalificaciones y corta cabezas. Lo mismo ha hecho esta vez, tras el enésimo tropezón del Atlético, la humillante derrota ante el colista de Segunda, el Universidad. Gil ha pasado por alto cualquier responsabilidad suya en el asunto -en el desarme de la anterior plantilla, en la confección del equipo actual, en la contratación de entrenadores, en el diseño de la particular estructura del club, en su sombra sobre todas las cosas...-, se ha olvidado de aquello de que la culpa es sólo de la preparación física que soltó hace 15 días, y ha puesto en marcha otra maquinaria.

Y como el asunto es de mayor gravedad que nunca, como está ciertamente desesperado y confuso, esta vez ha ido más lejos. Ha apuntado contra los jugadores, sí, que ya verán en diciembre; y contra Kiko, que ya verá hoy... Pero también ha tirado contra la columna vertebral del club, contra su propio hijo Miguel Ángel. Le ha recomendado que no se acerque más a las cuestiones deportivas, y le ha arrancado de cuajo a su principal apuesta deportiva, el secretario técnico, Miguel Ángel Ruiz. El despido de Ruiz supone una revolución en el organigrama técnico del club, y un problema familiar. Destituir a Ruiz es desacreditar a Gil Marín, desautorizarle públicamente.

Gil se queda solo. Por primera vez, tras sus medidas no ha aparecido nadie para aplaudirle, para decirle qué razón tienes presi. Sólo se ha encontrado malas caras. De los jugadores, de los técnicos, de los empleados, y de su propio hijo. Gil Marín también se ha sentido maltratado y traicionado. Y queda por escuchar la voz irritada de los 41.000 fieles el domingo a las 12.00. Quizás entonces...

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