El cazador de nubes puede descansar
Esto de las efemérides, es lo que tiene: a veces te entierran para siempre y otras te dan un ratito de resurrección y gloria. Por ejemplo, a Lorca, su año 1998 no le sirvió sino para acentuar el carácter icónico y espectacular del personaje, que no necesitaba de ningún fasto para darse a conocer. Sin embargo, a su compañero de generación, Emilio Prados (Málaga, 1899-México, 1962), le ha sentado muy bien la celebración del centenario de su nacimiento el año pasado. En poco tiempo se han celebrado varios congresos, jornadas o simposios sobre su vida y obra, se ha montado una interesante exposición sobre su vida, entorno y obra, que recorrió Málaga, Madrid y Valencia -México se quedó fuera-, se han editado, además de sus necesarias obras completas (edición de Antonio Carreira y Carlos Blanco Aguinaga para Visor) y una antología esencial para escolares (Centro Andaluz de las Letras), obras desconocidas como su Diario íntimo y su libro de juventud inédito Mosaico. Hace dos años sólo era el confundador de la revista Litoral junto a su amigo Altolaguirre. Hoy se sabe que sus años de discreto exilio dejaron una obra de enorme calado.Por poner, hasta se puso una placa conmemorativa en su casa natal de Málaga, en la calle Strachan. Hasta instituciones rivales han colaborado: el Centro del 27, la Diputación, el Ayuntamiento, la Universidad de Málaga, la Junta, el Centro Andaluz de las Letras, la Residencia de Estudiantes y la Comunidad de Madrid han arrimado el hombro. Uno de los más activos en este combate contra la desmemoria ha sido el profesor de literatura malagueño Francisco Chica, director del congreso internacional celebrado en Málaga en marzo de 1999, editor del facsímil Mosaico y comisario junto a Lorenzo Saval de la exposición sobre su vida. Su deseo entonces era claro: "que sus obras puedan encontrarse en las librerías, que se superen los tópicos de difícil y epigonal, que se le lea y se descubra a un poeta muy profundo y pionero".
Hace un par de semanas Chica, en la presentación de la edición de las actas del congreso (una iniciativa del Centro de la Generación del 27, entonces dirigido por Ignacio Caparrós, que fue coordinada por María José Villaverde), cantó la misión cumplida. La edición, diseñada por Saval, insiste en su portada en esa imagen de Prados que se ha explotado durante la efeméride: un hombre con gafas redondas que mira riendo hacia el cielo. Una imagen que ilustra ese mote lírico que le puso García Lorca en una dedicatoria: "a Emilio Prados, cazador de nubes". Estas actas incluyen comunicaciones, ponencias y mesas redondas que revelan detalles íntimos de su vida y aspectos filológicos esenciales para comprender la obra de un poeta "aislado, raro, inclasificable" (Chica) que "luchaba con el lenguaje para vencer en el poema la convulsa pasión de su mundo interior", según escribió Cernuda, otro andaluz del exilio. El volumen se completa con reproducciones de cuadros de homenaje de 41 artistas malagueños al autor de Jardín cerrado.
En su año, Prados ha salido, si no del armario -su debatida condición homosexual es un tema sobre el que aún se cruzan silencios y versiones-, sí del arcón. Su obra acaba de ser incluida en los estudios de posgrado de varias universidades de California. Pero su recuperación, no obstante, no oculta los continuos caprichos a la hora de focalizar unos creadores sobre otros. Influencias personales, caracteres y simpatías, fortuna de unos estudios sobre otros y los consecuentes efectos de bola de nieve hicieron, por ejemplo, que Gerardo Diego ocupara espacio esencial en los manuales de literatura de bachillerato y que Prados, Domenchina, Champourcín, Moreno Villa, Altolaguirre, Hinojosa, Rejano, Aub, Andújar, Garfias, Bergamín, Larrea, Neville o María Teresa León -muchos de ellos andaluces- aparecieran, en el mejor de los casos, en el equipo B de la generación del 27.
"Aún estamos muy lejos de la reconciliación con el pasado hasta que la nómina completa del 27 se restituya; lo más paradójico es que en los manuales -y la crítica se deja llevar mucho por ellos- a esta generación se la da por conclusa al llegar la guerra civil, lo que significa amputar el período de madurez creativa de muchos de ellos", recuerda Chica. Filólogos e investigadores deben ponerse las pilas. Un laberinto de símbolos de este amante de las imprentas, la razón, la poesía alemana, los niños y los collages ha comenzado a entenderse. Ya puede descansar de su caza de nubes.
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