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Detenidos el hijo y el sobrino de una mujer estrangulada en Granada

Un hijo y un sobrino de la propietaria de un restaurante situado en Dílar (Granada), que fue encontrada muerta el 5 de octubre, han sido detenido como sospechosos del homicidio. Sin embargo, ni el juez ni la Guardia Civil han podido establecer cómo se produjo la muerte ni quién participó en el estrangulamiento de la mujer. El móvil sí quedó aclarado cuando los agentes descubrieron enterrada en las inmediaciones de un cortijo de Quéntar la cartera en la que habían guardado los ocho millones de pesetas y las joyas sustraídas.

Persona de confianza

Fuentes judiciales reconocieron ayer la gran complejidad que ha planteado la resolución del caso, como prueba que José Antonio V. R., de unos 30 años, el hijo de María Josefa Rosa Portillo, la mujer asesinada, se encuentre desde hace dos días en libertad tras depositar una fianza de 600.000 pesetas. En cambio, permanece en prisión incondicional Óscar O. P., el sobrino. La Guardia Civil también ha implicado como encubridor a una tercera persona, Carlos G. P., que se encargó de transportar el dinero y los bienes robados y que durante las investigaciones llegó a declarar como testigo protegido.La Guardia Civil reconoció ayer que no sabe con certeza quién quitó la vida a María Josefa Rosa. La investigación judicial tampoco ha podido aclarar este extremo, aunque confía en que se establezcan las responsabilidades durante el juicio oral.

El cadáver de María Josefa Rosa fue hallado el 5 de octubre en el piso superior del hostal restaurante donde vivía sola desde que falleciera su esposo unos meses atrás. Su hijo fue precisamente quien descubrió el cadáver y avisó a la policía. El cuerpo de la mujer, de 60 años, presentaba una herida inciso contusa en la cabeza, resultado de un golpe propinado con un candelabro, y signos evidentes de violencia en el rostro y en la zona abdominal.

La autopsia reveló que la mujer, tras ser golpeada posiblemente la noche antes, falleció asfixiada por estrangulamiento. A partir de ahí se inició una minuciosa investigación en la que aparecieron numerosas pistas que condujeron a diferentes hipótesis.

Lo primero que descubrió la Guardia Civil es que faltaban los 8 millones que la mujer había sacado de su cuenta bancaria unos días antes para comprar el piso a donde planeaba trasladarse. Las puertas de la vivienda no habían sido forzadas y los clientes que estaban hospedados en los apartamentos anejos al piso donde vivía la propietaria tampoco escucharon ruidos alarmantes.

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Con estos datos, los agentes establecieron que el homicida debió ser una persona de confianza de la mujer. Pocos días después del crimen, la Guardia Civil detuvo al hijo de María Josefa. La prueba inculpatoria, sin embargo, tenía cierta debilidad. La policía científica encontró sus huellas en el todoterreno de María Josefa, que había desaparecido tras el crimen y que fue encontrado en otra población distante de Dílar. El hijo alegó que solía manejar frecuentemente el coche y que era inevitable que sus huellas estuvieran impresas en el interior del vehículo.El juez no tuvo más remedio que decretar su libertad. Pero el embrollo no había hecho sino comenzar. Las manifestaciones de Carlos G. P., semanas después, pusieron al descubierto que había colaborado con un sobrino de la víctima de su misma edad, 23 años, en el traslado de una cartera que contenía los efectos del robo.

Entonces se sucedieron los careos y el juez ordenó la repetición de las declaraciones de los implicados. La versión oficial divulgada ayer por la Guardia Civil elude quién o quiénes fueron los autores materiales del crimen, pero sostiene que el robo fue convenido entre el hijo y el sobrino de María Josefa. El día del crimen, ambos se citaron el hostal restaurante. José Antonio entregó una maleta a Óscar que contenía los ocho millones de pesetas y una serie de joyas no evaluadas con idea de que las ocultara en un lugar seguro.

Óscar se dirigió a bordo del todoterreno al barrio de Zaidín, donde le esperaba su amigo Carlos, quien le acompañó en un segundo vehículo a la localidad de Churriana. Allí abandonaron el automóvil de la víctima y siguieron hasta la población de Quéntar, en concreto a las inmediaciones de una cortijada conocida como La Cerradura Baja.

En un talud decidieron enterrar la cartera con el botín y distintas llaves propiedad de la fallecida, cuya autenticidad fue reconocida por otras dos hijas suyas.

Óscar comunicó a continuación a José Antonio que había recurrido a Carlos para ocultar la maleta y que a cambio del silencio pedía 500.000 pesetas. Pero poco después Carlos rompía su promesa y comprometía a su amigo y a José Antonio, con los resultados procesales conocidos.

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