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Payasos y chapuzas

A un festival como el de payasos de Cornellà, que celebra ahora su novena edición bianual y que, por lo tanto, se remonta a casi dos décadas, cabría exigirle, cuando menos, que estuviese consolidado, que transcurriese a lo largo de una programación sin titubeos y que hubiera alcanzado un alto grado de interés para el público profesional catalán. Nada de eso ocurre en el Festival Internacional de Pallassos de Cornellà y, en las últimas ediciones, a lo que hemos asistido es a un progresivo deshinchamiento de la calidad, de la cantidad y hasta del sentido mismo en cuanto a lo que un festival debe ser. En cualquier caso, lo que no debería ocurrir de ningún modo en un festival como el de Cornellà es que el espectáculo inaugural, que tuvo lugar el pasado domingo, resulte, de tan improvisado, chapucero. Se logra así que la entrega del premio de honor del festival, el Nas d'Or, que este año recayó en el televisivo Miliki, quede completamente desvirtuada. Y se logra dar la sensación lamentable de que el festival no interesa a nadie. Como si todo se hiciera por inercia.

Miliki salió a escena, donde lo esperaba el alcalde de Cornellà, José Montilla, a recibir su nariz de oro y no se mordió la lengua al lanzar hacia el público su archifamoso "¿Cómo están ustedes?", a lo que el público respondió lo que tenía que responder, de la misma manera que entonó, con el payaso, canciones como Susanita tiene un ratón o Mi barba tiene tres pelos, canciones de un repertorio que ha quedado grabado de forma indeleble en el cerebro de una generación ahora treinteañera hasta provocar una inmediata respuesta de efecto Pavlov.

Luego se presentó el espectáculo inaugural -en el Chapiteau de la plaza de Catalunya-, lo que demuestra que el festival está falto de toda dirección artística, hasta el extremo de no ser capaces de especificar un encargo de forma clara. Marcel Gros, un payaso habitualmente eficaz, se sacó de la manga un espectáculo impresentable, CD Clowns, con él mismo de director.

En este caso, Gros no actuó en solitario, sino con la compañía Teaiatru (Jordi del Río, Elisa Jorba y Anna Selga). Ni los números fueron originales, ni lograron la menor carcajada. Pero eso son cosas que pasan. Pifiarla es humano. Lo inaceptable es que una inauguración pase tan sin pena ni gloria como la del domingo.

Ayer por la mañana continuó el festival con otro espectáculo de encargo, Clownica humana, esta vez sólo para escuelas, en el que diversos grupos -Marcel Gros, La Tal, Teatre Mòbil, La Puça y Teaiatru- mostraron fragmentos de sus propios montajes. Un espectáculo hecho, pues, de retazos, deprisa y corriendo, engarzados de mala manera y para salir del paso. Es evidente que ninguno de estos grupos se ha tomado la pieza más que como una forma de ganarse unas pesetas sin mayores preocupaciones. Es una muestra de la expectativa que, entre la profesión, levanta el festival.

No puede decirse, de momento, que el Festival Internacional de Pallassos de Cornellà brille ni como festival, ni por su internacionalidad ni por sus payasos. Habrá que esperar al próximo miércoles, cuando la gala de Pallassos sense Fronteres inicie lo que puede ser un fin de semana con algunas, no muchas, sorpresas.

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