Patadas vanas
La más vertiginosa de las alucinaciones se pasea otra vez por nuestras calles: airados vecinos de los barrios marítimos de Valencia, cargados de razones y molestias cotidianas, salen de sus casas por ver de alejar de la vía pública la droga y la prostitución. Medida hueca y vana ayer y hoy, y lo será mañana en cualquier otro distrito o zona de la geografía urbana de nuestras ciudades. El comercio de quienes venden sus carnes morenas o blancas viene de lejos, casi tan lejos como la búsqueda de la realidad ilusoria que proporcionan las drogas para huir de otra realidad esquiva. De la prostitución tenemos noticia desde el mismo momento en que apareció la escritura o los grabados prehistóricos; respecto a la droga sabemos del consumo antiguo del opio milenario en el Extremo Oriente, de la utilización de la coca en algunas culturas precolombinas, y de algunos experimentos con alucinógenos con fines poéticos a lo Baudelaire. Sin embargo, en las últimas décadas, droga y prostitución, juntas o por separado, son para casi todos nosotros otra cosa: son la inmediatez y la proximidad, y no tan sólo un problema en este o el otro barrio determinado.Los eventuales consumidores de la droga que se vende, y del sexo que se compra, están en cualquer parte. Las víctimas de esa compra y esa venta, también. Y las víctimas, tantas veces con rostro conocido y cercano, son quienes de un postrer y excesivo pinchazo ponen fin a sus días. Y las víctimas son esas biografías tortuosas que conducen a la prostitución, o el hambre y la necesidad tercermundista que ponen en oferta las carnes propias. Y las víctimas, en el ámbito de lo inmediato y en otro grado, son los vecinos que sufren las molestias callejeras o a quienes les preocupa la salud de sus hijos cuando divisan la jeringuilla o el condón usado en el umbral de su puerta. En mayor o menor medida, todos somos víctimas, si exceptuamos a aquellos que especulan con el hambre y la necesidad ajenas, o a quienes especulan con los conflictos previos -sociales o individuales, pero ajenos a los especuladores-, que conducen al consumo de estupefacientes: las poderosas mafias responsables del tráfico de los alucinógenos o del comercio de la prostitución. Contra esas mafias sólo existe el recurso de policías y jueces eficaces.
Así pues, anda sobrada de razones la dirigente vecinal Carmen Vila cuando afirma que el problema no radica en llevar el sexo y la droga a otro barrio, y que el plan ha de ser, en el ámbito de la actividad cívica, otro que no puede reducirse a una mayor presencia de los uniformados.
Y en ese otro plan hemos de intervenir todos, la ciudadanía y las administraciones y los políticos y el lucero del alba. Y ese plan, que lentamente puede reducir o paliar el problema de la droga y la prostitución, no puede consistir en otra cosa que en ir eliminando los conflictos sociales previos que los originan. Y esos conflictos tienen nombres propios: injusticias y desigualdades sociales; existencia de un sistema educativo destartalado que conduce a numerosos jóvenes a la frustración y de ahí a la realidad ilusoria de la droga; divulgación de valores sociales en los medios de comunicación, radicalmente opuestos a los que promociona, por ejemplo, Canal 9.
Salir a la calle, sin más, es pegar patadas inútiles al humo tóxico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Opinión
- Valencia
- Patrullas ciudadanas
- Patrullas vecinales
- Adicciones
- Drogas
- Prostitución
- Policía municipal
- Seguridad ciudadana
- Narcotráfico
- Comunidad Valenciana
- Explotación sexual
- Policía
- Ayuntamientos
- Delitos contra salud pública
- Delitos sexuales
- Enfermedades
- Fuerzas seguridad
- Sucesos
- Delitos
- Administración local
- Medicina
- España
- Administración pública
- Problemas sociales