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Entrevista:ROBERTO ERCILLA - ARQUITECTO

"Ya lo decía Lloyd Wright, el gusto no es la cuestión, la cuestión es el conocimiento"

El arquitecto Roberto Ercilla Abaitua (Vitoria, 1950) es profesor asociado en la Escuela Superior de Arquitectura de Navarra desde 1996. Comparte estudio con el arquitecto Miguel Ángel Campo (Vitoria, 1949). Sus trabajos han sido premiados en numerosas ocasiones y ambos obtuvieron en 1997 el primer Premio Nacional de Arquitectura por su Centro Cívico en Lakua. Pregunta. ¿Cuál es su opinión respecto a traer arquitectos estrellas para los proyectos más emblemáticos de las ciudades vascas?

Respuesta. Sin estar en contra de que se traigan arquitectos estrellas, sí me parece oportuno que esos arquitectos consigan los encargos a través de concurso.

P. Existen muchos tipos de concursos...

R. El concurso abierto, por ser una explotación del profesional, lleva camino de extinguirse. Sin embargo, el concurso restringido es mucho más equilibrado y justo y de mayor garantía para el promotor.

P. ¿Habría posibilidad de introducir en ese tipo de concurso a algún arquitecto estrella?

R. Quizá eso sería lo más idóneo: incorporar arquitectos estrellas en los concursos restringidos, para que compartan el pulso con arquitectos que a su vez hayan demostrado cierta entidad profesional.

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P. ¿Es posible que alguno de esos arquitectos estrellas no se presentaran al concurso por miedo a perderlo?

R. Lo más probable es que puedan imponer unas condiciones económicas por presentarse. Y los que no quieran presentarse, será por motivos múltiples, pero no creo que lo hagan por miedo.

P. También los Frank Lloyd Wright, Le Corbusier y Mies van der Rohe fueron estrellas en su tiempo. ¿Alguien osaría prescindir de ellos por su condición de tales?

R. No, sin duda que no. Si vivieran ahora serían un referente para todos.

P. ¿No será, entonces, que no se quiere admitir como estrella a alguien que todavía está vivo?

R. Dentro del colectivo de arquitectos hay un sentimiento de respeto hacia aquellas personas que han demostrado una trayectoria relevante. Sucede que hay arquitectos que utilizan un lenguaje que para otros no es el más adecuado. Dejando por sentado que las grandes estrellas, en general, suelen corresponderse con el gran respeto que se les tiene, y muy especialmente por los jóvenes arquitectos, que mitifican a aquellos arquitectos que poseen una proyección mediática internacional.

P. ¿La enseñanza en las escuelas de arquitectura está suficientemente conectada con la realidad?

R. El peligro que tienen las escuelas, en general, es que la educación del arquitecto va dirigida hacia lo singular, no hacia lo cotidiano. En los últimos cursos, y en el proyecto de fin de carrera, que es donde yo trabajo, se busca recuperar el espíritu de aquello con lo que se van a encontrar cuando salgan. Esa realidad puede ser muy frustrante para aquellos que no estén preparados. La escuela no prepara para ese choque, para esa confrontación con la realidad que suele ser bastante brusca.

P. ¿Los Charles Moore, Richard Meier, Michael Graves, Aldo Rossi, James Stirling,... son nuevos faros para los arquitectos jóvenes?

R. No. Estos nombres que cita han sido faros para los de nuestra generación. La mayor influencia la ha dejado gente como Stirling, que era más cosmopolita, o como Aldo Rossi, que tenía una visión más social de la arquitectura. Los otros, que representan al periodo posmoderno, están borrados del mapa de la juventud. A pesar de todo, el tiempo transcurre tan rápido, que la gente joven apenas conoce a esos personajes.

P. ¿Ahora sus mitos son Jean Nouvel, Christian de Portzamparc y Rem Koolhaas?

R. Entre otros, sin olvidar a Dominque Perrault, el que ha hecho la Biblioteca de París.

P. ¿Vistas las adhesiones al eclecticismo de muchos profesionales, es ésa la panacea de la arquitectura?

R. A mí el eclecticismo no me interesa nada. El eclecticismo es la disculpa. Hay arquitectos que se autodenominan eclécticos porque utilizan unos lenguajes collages, unos lenguajes decadentes. Creo que las grandes líneas que se han abierto en los últimos años en arquitectura no son eclécticas. Todas tienen una cierta búsqueda de la utopía, a través de formulaciones que pretenden ser sólidas.

P. ¿No es una petulancia absurda tratar de imitar el estilo de alguien y al mismo tiempo dar a entender que uno se siente superior al imitado?

R. Lo primero es más frecuente. Lo de adaptarse al estilo de alguien se da mucho, y, a veces, es un ejercicio sano para mover los músculos, hasta que te ejercitas profesionalmente. Lo otro es una pedantería estúpida.

P. ¿Sería conveniente ver a los arquitectos relumbrones desenvolverse con bajos presupuestos en la construcción de viviendas modestas?

R. Algunos lo hacen, y son los que yo más admiro.

P. ¿Un nombre?

R. Álvaro Siza, por ejemplo.

P. ¿De qué vale el talento que se ponga en un proyecto si el promotor tiene un gusto pésimo que quiere alzarse por encima de toda circunstancia?

R. Cuando se recibe un encargo y al mismo tiempo hay unos requerimientos que no se corresponden con la voluntad del arquitecto, hay que llegar a determinados acuerdos de mínimos. Como todo en la vida, esto es negociación. Si en esa negociación surge algo positivo, el arquitecto tiene la obligación de acometer ese trabajo. Pero si no se llega a un acuerdo de mínimos, donde el arquitecto posea un campo de maniobra razonable, el arquitecto debe salir de ese proyecto. Ésa ha sido mi postura siempre. Si unas personas te están imponiendo su gusto, pero no su conocimiento, hay que dejarlo. Es lo que decía Frank Lloyd Wright, "el gusto no es la cuestión, la cuestión es el conocimiento".

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