Cacharro
Se puede ir sobreviviendo sin amores, sin intelectuales, sin fútbol incluso. Pero es inconcebible una existencia sin cacharros, dicho sea para bajar los humos a los valores eternos, algunos de los cuales hieren más que una mofeta. Un joven madrileño, estudiante de periodismo, ha decidido salir a la palestra de los cantautores con el nombre artístico de Cacharro. Sólo ha actuado en público tres veces. El pasado jueves defendió su propuesta en Amor Brujo, garito vecino del Auditorio Nacional. Parapetados en la barra, había espías de tres multinacionales discográficas, algunos críticos musicales y unos cuantos representantes de lo que ya se empieza a llamar la generación Borja: chicos y chicas bien alimentados, guaperas, noctambularios, perplejos, inteligentes, enganchados a la alegría de vivir y aburridos de los patéticos santones tradicionales de izquierda y derecha.Cacharro es un cachorro de 23 años. Si no fuera por su pinta moruna total, el chico pudiera pasar por un querubín heterodoxo y libertino. ¿Por qué te llamas Cacharro, joven? Él contesta con convencimiento: "Soy polvo, del polvo vengo, al polvo aspiro y en el polvo pienso, quizá más de la cuenta. También sé lo que es estar hecho polvo. Y como del polvo al barro sólo hay unas gotas, lo mío es la alfarería. Tengo tiempo suficiente para decidir si voy a ser botella, orinal, cazuela, chirimbolo, cántaro, porrón o pitorro de botijo. De momento, estoy muy a gusto siendo meramente un cacharro".
Una de las canciones es de tema muy madrileño. Se llama Isidro, y cuenta la historia de una chica de provincias que llega a la capital y se enamora de un portero de discoteca, suponiendo que esos individuos tienen la llave para medrar en la corte de los milagros. La pobre ignora que sólo Matarile sabe dónde están las llaves. Otra se titula Globalización: "Eligen por ti, eligen por mí. Y los que eligen por nosotros no eligen por sí solos". Habida cuenta de que el muchacho se corta un pelo ante estilo musical alguno, no es arriesgado afirmar que tenemos Cacharro para rato. Da la impresión de que el chico es muy piadoso, porque al despedirse dice: "Al demonio le gustan las gentes muy malas. Y a Dios... adiós, muy buenas".
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