_
_
_
_

El enigma del patinete

Antonio Jiménez Barca

Montarse en patinete en Madrid es como viajar encima de una duda jurídica. La Ordenanza de Circulación de 1998 advierte: "Salvo en las zonas estanciales habilitadas al efecto, se prohíbe la circulación por las aceras y demás zonas peatonales montados en bicicletas, patines, monopatines o aparatos similares". El incumplimiento de esta norma acarrea una multa de 5.000 pesetas. También se pena con 5.000 pesetas "circular con monopatines, patines o aparatos similares por vías no especialmente delimitadas a tal uso". Es decir, tampoco se puede ir por la calzada en patinete. Dado que en la ciudad no existe todavía ningún carril-patín, los usuarios de este vehículo, que se ha puesto de moda gracias a los nuevos modelos motorizados, desconocen cuál es el modo legal de circular.Las quejas de estos usuarios, tras estrellarse contra la indiferencia de la Administración, llegaron al Defensor del Pueblo, que en su informe de 1999 se hace eco de las gestiones.

Un ciudadano madrileño alegó que la ordenanza no se apoyaba en ninguna ley de mayor rango y que, además, no entendía muy bien cuáles eran estas "zonas delimitadas" para el uso del monopatín.

El Defensor del Pueblo pidió al Ayuntamiento que aclarase el asunto: "Se indicó al Ayuntamiento que se debería haber descrito qué se entiende por 'zona estancial' y qué tipo de habilitación se precisa para que cualquier persona sepa con seguridad si está permitido o no patinar en determinado lugar".

El vacío legal que rodea al patinete no impide que Carlos Encinas, de 35 años, se traslade diariamente en ese artefacto desde su trabajo, en una tienda de recambios de automóvil de la avenida de los Toreros, al banco. Desde hace tres años usa un modelo estadounidense que le costó unas 150.000 pesetas. Un motor alimenta al cacharro, que alcanza los 50 kilómetros por hora. Encinas ha tenido ya problemas con la policía: "Un día iba por la avenida de los Toreros y me pararon dos municipales. Uno de ellos me pidió la documentación del patinete. Le contesté que de qué documentación me hablaba. Él insistió y al final le tuve que enseñar la factura. Ni ellos mismos sabían si tenía derecho a circular por ahí o no".

Ante la reclamación del Defensor del Pueblo, el Ayuntamiento se ha comprometido a redactar de nuevo esa parte de la ordenanza, aunque la nueva redacción no va a gustar a los patinadores.

El concejal de Circulación, Sigfrido Herráez, que asegura que por montar en patinete no se ha multado "ni se multará" a nadie, anuncia que los amantes de este artefacto tendrán que circular "en los carriles-bici de la ciudad y por los parques". "Por la acera no pueden ir porque molesta, y por la calzada, tampoco; es de sentido común", añade.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Encinas replica que seguirá montando en patinete: "¿Cómo que vamos a tener que usar carriles-bici? Eso estaría bien en una ciudad como Amsterdam, pero Madrid tiene muy pocos carriles-bici. Es absurdo".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_