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Tribuna
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Los dedos

Juan Cruz

Por sus dedos los conocerán. Uno de los grandes cuadros de la humanidad es el de un dedo avanzando al encuentro de otro dedo. El dedo que toca un libro toca a un hombre. Los dedos de los escritores. Carlos Fuentes tiene el dedo curvo; es, le dijo un día Gabriel García Márquez, de escribir Cristóbal Nonato, cerca de mil páginas, con un solo dedo sobre una máquina de escribir que parecía la de su abuelo canario. Mario Vargas Llosa regresó una vez a Tenerife, precisamente, porque se dejó allí el rotulador color vino: no resiste otro tacto; con él ha escrito desde hace una decena de años, y se le nota en sus dedos que en ese ejercicio se ha gastado horas y huellas. Rulfo tenía un dedo del que pendía ceniza. Guillermo Cabrera Infante sigue escribiendo en la misma Smith Corona -¿o es otra?- con la que escribió Un oficio del siglo XX: dice que sus dedos no encuentran mejor acomodo, y además es muy buena máquina para dejar la ceniza. Onetti escribía echado, siempre contra la pared, con lápices despuntados; qué postura tan incómoda, le decían: "Es que me gusta escribir con los dedos, como comen los niños". Juan García Hortelano tenía unos dedos robustos, rotundos, que, sin embargo, caían sobre la máquina de escribir como una caricia: jamás se le vio, en sus textos, ninguna tachadura. Los dedos sirven para advertir o para crear, y para subrayar el horizonte; respeto para el dedo, es nuestro índice. A Cela se le agarrotó un dedo al escribir Oficio de tinieblas 5: la pluma era más chica que la mano. Marsé decía el otro día, hablando del oficio de escritor: "Los que sufren son los dedos". Borges alquilaba los dedos, también para leer, y eso se nota en sus versos aéreos: que los dedos son invisibles. Grass se mancha de pintura antes de escribir y Saramago se los mancha de aceite: les da suerte. Los dedos tienen las huellas de la postura de los escritores: algunos ponen dedos de pintor y les sale espuma, como decía Vallejo, y otros esconden los dedos como si llevaran un arma: los dedos anunciaban la victoria o la muerte, como ahora. El gatillo, qué dedo tan terrible. Julio Alejandro, el guionista, le dijo a Vicent, antes de morir, que los hombres eran según señalaban con el dedo. El dedo de escribir es glorioso, pero hay dedos vacíos; a algunos los dedos se les vuelven huéspedes, son dedos de copiar lo ajeno y salen del texto y de la vida sin dejar huella. Intactos. Respeto para el dedo, eso es lo que falta.

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