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El pasado en venta

,Hay que reconocer que no se trata de la feria de antigüedades más importante de España. Es exactamente la tercera, como no, por detrás de Madrid y Barcelona. Pero para sus organizadores y los especialistas del sector es como el Disco Blanco para los beatlemaníacos. Una pieza de culto. Todo un lujo.

El novísimo pabellón 8 de Feria Valencia acoge, desde ayer y hasta el próximo día 22 de octubre, 40 stands en los que se exponen algo más de 5.000 piezas antiguas. "Lo mejor de sus casas", explica José Ferrer Martí, presidente del comité organizador del certamen. A pesar de su tamaño, la feria no desmerece. Todo depende de la calidad de las piezas que se ponen a la venta. Y de su autenticidad, que, tal y como explica Ferrer, está garantizada por el riguroso juicio del comité de expertos que estudia cada una de las piezas del certamen y certifica que cumplen las exigencias requeridas. De sus decisiones, de sus conocimientos para diferenciar el gato de la liebre, depende en gran parte el éxito de esta feria. En cualquier caso, no suele haber intentos de fraude. "Normalmente el anticuario no quiere colar piezas porque el ego de la profesión es tal que no quiere quedar mal", explica José Ferrer. A pesar de esta premisa, si se encuentra una pieza falsa se retira, y a su propietario "no se le deja venir al año siguiente". Catorce especialistas en otras tantas materias comprueban que las piezas se adecuen a las normas. "Es importante que la gente sepa que se trabaja con rigor", explica Ferrer. Por citar alguna de las condiciones, los objetos deben tener más de cien años. Aunque hay excepciones. El material de estilo Art Nouveau y Decó es bienvenido, así como las obras de los grandes maestros de la pintura. También las joyas elaboradas hasta los años cuarenta, las piezas únicas, aunque sean nuevas, o los trabajos de artesanía. Este es el caso de la colección de Dianna McCrary, que durante los nueve días de feria mostrará joyas de Cartier, Boucheron, Van Cleef & Arpels. Tampoco se admite que la pieza esté restaurada en más de un 30% de su superficie.

El recorrido es corto pero intenso. Chimeneas estilo Luis XV, talladas en un único bloque de mármol, relojes, jarrones de satsuma, el estilo cerámico más popular en la China del siglo XIX, ediciones únicas y libros incunables o unas mesa de billar realizada en marquetería con los dibujos de los 12 mariscales de campo de Napoleón, son algunos de los objetos que como mínimo pueden regalar la vista del curioso. Por supuesto, se pueden comprar. El precio mínimo, unas mil pesetas. El máximo es un dato difícil de calcular. Mejor dicho, difícil de conocer, ya que el valor de los intercambios es, a menudo, resultado del regateo, técnica más antigua que el propio objeto, y queda reservado a las partes del intercambio.

En esta feria participan, principalmente, anticuarios valencianos. 17 en concreto, de las 400 tiendas que se estima que hay en la Comunidad. El resto son profesionales de Barcelona, Madrid o Zaragoza, por citar las representaciones más numerosas. En los stands predominan piezas de los siglos XVIII y, sobre todo, XIX, cuando la aparición de la burguesía como clase con poder adquisitivo estimula el mercado de las bellas artes y las artes decorativas. Pero también se pueden encontrar piezas más antiguas, como la escultura de una Virgen del siglo XVI realizada en madera policromada. O los objetos que ofrece Raquel Montagut, una anticuaria de padre castellonense y madre francesa, nacida en Camerún y actualmente afincada en Barcelona. Montagut acude a la feria con 80 piezas de arte africano. "Hay que saber dejar a un lado el punto de vista europeo" para examinar este arte "que emana una proyección especial", explica. La joya de la corona es una máscara Kota, uno de los dos ejemplares que se conocen del arte de esta tribu de Gabón. También destaca una terracota Nok, perteneciente a una civilización desaparecida "que se supone que emigró de Nubia y Egipto, cruzó África intercambiando sal, marfil y esclavos y se estableció en Nigeria hace unos 2.000 años", explica Raquel Montagut. "Sabemos que era una cultura muy rica, aunque no de dónde venía exactamente", explica, "pero a través de la datación (proceso para averiguar la edad de una obra) sabemos que, como mínimo, las piezas tienen una antigüedad de 2.000 años". Montagut recuerda que las piezas forman parte de su colección particular, "aunque si algún valenciano quiere comprarlas, se las venderé".

Su caso es generalizable al resto de anticuarios. Como dice José Ferrer, "al anticuario lo que más le gusta es comprar, aunque lo que hacemos es vender".

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