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Cazador

Miquel Alberola

MIQUEL ALBEROLAPara suerte de la mayoría de animales salvajes, muchas de las cacerías que se organizan en estos días en que se ha levantado la veda son sólo coartadas de correrías sexuales. Detrás de la ferocidad de algunos de los depredadores más sanguinarios, en realidad sólo hay un semental irrefrenable e incomprendido que trata de afirmarse a sí mismo lejos de su mujer, que es ante quien a menudo da su talla de insolvencia en el asunto. Muchas de las monterías, berreas, aguardos y recechos que se llevan a cabo este otoño sólo son pantallas para que el cazador recupere su autoestima viril acorralando a otra clase de presas que se dejan abatir por un buen pellizco de billetes. Los animales salvajes lo agradecen. La pasada campaña, dos de estos temibles cazadores salieron de su pueblo, en el área metropolitana de Valencia, con destino a un alejado e incomunicado coto de la Mancha para realizar una escabechina durante un par de semanas. Sin embargo, se dirigieron hasta el aeropuerto de Manises, dejaron el coche en el aparcamiento y volaron hasta Cuba, donde les esperaba una remonta de gacelas mulatas dispuestas a dejarse acribillar, incluso a masacrar sexualmente, sin apenas despilfarrar munición. Para su desgracia, durante una de las inspecciones rutinarias en el perímetro del aeropuerto, los perros adiestrados de la Guardia Civil olfatearon la pólvora de los cartuchos que habían quedado guardados, junto a las escopetas y otros aperos bélicos, en el maletero del coche. Inmediatamente, los agentes pusieron en marcha el dispositivo antiterrorista para tratar de desactivar el probable artefacto explosivo que había en el interior del vehículo. Tras comprobar que se trataba de pertrechos de caza, efectuaron las pesquisas oportunas para comprobar si el propietario del coche había utilizado alguno de los vuelos de este aeropuerto, y no tardaron en saber que el cazador estaba retozando en una madriguera de La Habana. Entonces dieron aviso al cuartel de su pueblo para que la familia procediera a retirar el vehículo, ante la perplejidad de las mujeres, que estaban convencidas de que los maridos cazaban en un lugar de La Mancha. Hoy esos dos tipos son incapaces de matar un pajarito.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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