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Dos décadas de guerra entre los integristas y el 'Gran Satán'

Aventura libanesa

El islamista suicida convencido de que Washington es el Gran Satán que protege a Israel y su ocupación de los santos lugares musulmanes de Jerusalén, es desde los años ochenta el más encarnizado y mortal enemigo de EE UU. Uno de estos terroristas volvió a actuar ayer en Adén, causándole al Ejército norteamericano de una sola tacada más bajas que las tropas de Sadam Husein y Slobodan Milosevic en las guerras de los años noventa. Y EE UU, que adora a sus militares, tembló de rabia e indignación. Clinton permanecía anoche reunido en la Casa Blanca con el Consejo Nacional de Seguridad, formado por prominentes políticos, diplomáticos, militares y espías. Pero a diferencia de lo ocurrido en los atentados del grupo de Bin Laden contra embajadas norteamericanas en África en el verano de 1999, no parecían emerger claros objetivos contra los que desencadenar represalias militares. Pesaba también el error de entonces, cuando las prisas llevaron a Clinton, angustiado por el caso Lewinsky, a ordenar el bombardeo de una fábrica de medicinas de Sudán. El atentado se produjo en la recta final de la carrera hacia la Casa Blanca y los candidatos se apresuraron a condenarlo y a mostrar un apoyo sin fisuras a Clinton.

El ataque contra el Cole "debe tener consecuencias", dijo Bush, aplaudiendo de antemano cualquier represalia armada. Gore señaló que EE UU "no descansará hasta que los responsables rindan cuentas". Bush y Gore habían discutido la noche anterior sobre qué intervenciones militares de las últimas dos décadas apoyaban o no.

La primera que surgió fue el intento de pacificación en Líbano tras la invasión israelí de 1982, que se saldó con una retirada total después de que, en octubre de 1993, un terrorista suicida de Hezbolá, al volante de un camión cargado de explosivos, hiciera saltar por los aires el cuartel general de los marines en Beirut. Los 240 soldados de EE UU muertos aquel día constituyen su mayor derrota desde Vietnam. Fue el presidente republicano Ronald Reagan el que envió los marines a Beirut, así que Bush, correligionario suyo e hijo del que entonces era vicepresidente, declaró que él seguía apoyando la aventura libanesa. En cambio, Gore la rechazó retrospectivamente. En los ochenta, el pulso del islamismo con el Gran Satán tenía el rostro del ayatolá iraní Jomeini, héroe de los shiíes libaneses de Hezbolá. Lo paradójico es que EE UU sostenía, a través de la CIA, una alianza con los islamistas sunníes que combatían en Afganistán a la Unión Soviética. Del polvo de la campaña afgana surgió el lodo de Bin Laden, convertido ahora en el hombre más buscado por el FBI.

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