El consumidor, consumido
Lo primero que se escucha al llamar es una música de consulta médica; luego, la voz enlatada: "Nuestras líneas están ocupadas, le atenderemos en unos segundos...". Después: uno espera respuestas. Soluciones. No las hay. No están para ayudarte. Están para soportar hasta los más rancios improperios.Y siempre, la duda: ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿Qué parte de culpa, o complicidad, tenemos los clientes/consumidores?
Empezamos echándonos nosotros la gasolina (un día vimos que no había empleados). Pasamos por nuestro banco. No están ya ni Pérez ni Gutiérrez. Se los llevaron. Los van rotando (demasiado tiempo perdido con el cliente que a base de trato se había convertido en conocido, o incluso amigo). Paseamos por los centros comerciales. Sin bancos, sin relojes (sin descanso, sin límite...). Grandes cadenas "mandan" adelantar la Navidad (por qué esperar a diciembre si el turrón se hace todo el año). Carteles de venta de lotería de Navidad (uno acaba de dejar la sombrilla y el bañador). Mientras tanto, nuestro carrito del híper se estrella contra los estantes llenos de productos y las torres de ofertas. No sea que se nos olvide "para qué estamos allí".
"Ni militares, ni políticos; será la industria la que dirija el mundo", decía ya en los años cuarenta el escritor argentino Roberto Arlt. ¿Qué parte de culpa, o complicidad, tenemos nosotros? Trabajo para sociólogos.
Mientras tanto, el camino se va haciendo: de consumidor a... "consumido".- .
