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El Nobel de Medicina premia a tres científicos que aclararon cómo se comunican las neuronas

Un sueco y dos estadounidenses sentaron las bases para tratar el Parkinson y la esquizofrenia

El farmacólogo sueco Arvid Carlsson descubrió en los años cincuenta que la enfermedad de Parkinson se debe a una reducción anómala de los niveles cerebrales de dopamina, una de las moléculas (neurotransmisores) que cada neurona usa para comunicarse con la siguiente neurona en el circuito. A partir de los años sesenta, el estadounidense Paul Greengard empezó a esclarecer cómo funcionan los neurotransmisores y luego su compatriota (de origen austriaco) Eric Kandel relacionó esos procesos con el aprendizaje y la memoria. Los tres científicos recibieron ayer el Premio Nobel de Medicina.

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El Instituto Karolinska de Estocolmo, que concede cada año los máximos galardones científicos del mundo, ha echado esta vez la vista atrás para recuperar tres hitos en el esclarecimiento de la función cerebral que, además, han abierto vías muy fértiles al tratamiento actual del Parkinson, la esquizofrenia, la depresión y otras enfermedades neurológicas. Carlsson (77 años), Greengard (74) y Kandel (70) compartirán el premio, dotado con nueve millones de coronas suecas (unos 180 millones de pesetas).Las neuronas tienen unas prolongaciones muy alargadas llamadas axones. A través de ellas, la señal nerviosa viaja como un impulso eléctrico. Pero entre el final del axón de una neurona y el principio de la siguiente hay un espacio vacío (la sinapsis) donde el circuito se interrumpe. Allí, en la sinapsis, la transmisión del impulso nervioso deja de basarse en la electricidad y se ve forzada a recurrir a la química.

Los trabajos de Carlsson, Greengard y Kandel han contribuido, desde metodologías muy dispares, a dilucidar cómo viaja la señal nerviosa a través de la sinapsis. La parte final del axón está plagada de unas vesículas llenas de unas moléculas llamadas neurotransmisores (la dopamina es un ejemplo).

Cuando el impulso eléctrico que ha viajado por todo el axón llega a esa zona, las vesículas se desplazan hasta el puro extremo del axón y, literalmente, vierten los neurotransmisores al espacio vacío de la sinapsis. La siguiente neurona capta los neurotransmisores del espacio sináptico gracias a unos receptores situados en su membrana celular. Y esos receptores provocan una cascada de sucesos químicos que acaban generando una nueva señal eléctrica en la segunda neurona. Y vuelta a empezar.

Ya a mediados de siglo, los científicos sabían que el fármaco reserpina provocaba temblores y otros síntomas muy similares a los del Parkinson en animales de laboratorio. Carlsson, que se retiró de la Universidad de Gothenburg en 1989, descubrió en 1957 que esos efectos de la reserpina podían ser revertidos con inyecciones de una molécula similar a la dopamina llamada levodopa (o L-dopa). A partir de esa observación, Carlsson fue capaz de demostrar que la reserpina provocaba el Parkinson debido a que reducía los niveles de dopamina del cerebro. Y que la levodopa -que, una vez dentro del organismo, se transforma en dopamina- restauraba esos niveles.

Carlsson sugirió inmediatamente que se tratara con levodopa a los pacientes de Parkinson, cosa que los médicos empezaron a hacer con cierta timidez en los años sesenta. La autoridad sanitaria estadounidense (FDA) aprobó la levodopa en 1970.

Los medicamentos que se utilizaban en los años cincuenta contra la esquizofrenia se habían hallado por mera prueba y error. Pero, curiosamente, varios de ellos -los más efectivos contra la esquizofrenia- solían provocar unos temblores muy similares a los del Parkinson. Aquí hace su entrada en escena Paul Greengard, el segundo galardonado, que ahora es jefe del Laboratorio de Neurociencia Molecular y Celular de la Universidad Rockefeller (Nueva York): identificó en los setenta, por primera vez, el receptor de un neurotransmisor -en concreto, el de la dopamina- y pudo demostrar que los fármacos contra la esquizofrenia actuaban bloqueando los efectos inducidos por este receptor en la neurona de destino.

Eric Kandel, actualmente director del Centro de Neurobiología y Comportamiento de la Universidad de Columbia (Nueva York), realizó descubrimientos cruciales sobre cómo cada sinapsis puede alterar su eficacia de respuesta y cómo esas alteraciones explican los procesos de aprendizaje y, en último término, conforman la memoria.

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