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Reportaje:

El museo de Markitos

El palacio de los Lazarraga en Zalduondo ofrece una colección de etnografía y notables pinturas murales

Miradas sin trampa

Eran algo más de 100 habitantes y un palacio. Así comienza la historia del Museo de Zalduondo, una cita indispensable para los amantes de las fachadas exageradas, las asociaciones culturales inquietas y los artesanos inauditos. El recorrido por el palacio de los Lazarraga muestra, 18 años después de su recuperación, el trabajo callado de los vecinos del pueblo para conservar sus recuerdos. Aunque, también hay que reseñarlo, algunos de estos recuerdos han sido durante siglos algo ajenos para los habitantes de la localidad alavesa, como las pinturas murales que adornaban las principales estancias del edificio y que hoy son uno de sus atractivos más comentados.La historia del Museo de Zalduondo nace en las ruinas de este palacio. Allá por 1975, año más, año menos, algunos vecinos comienzan a preocuparse por esta casa-torre, imponente, más que atractiva, y sobre la que amenazaban las ruinas. Tras conseguir la rehabilitación del edificio, se inician las labores para completar su interior, con piezas que hoy parecen de otro planeta, pero que en aquel tiempo todavía se empleaban.

Al frente de la iniciativa se encontraban Blas Arratibel, José María Aycar y otros. Poco a poco, las estancias del palacio se van completando con recreaciones de los distintos modos de vida de Zalduondo, recuerdos y documentos históricos y las maquetas de Arratibel, otra de las peculiaridades del museo. Hasta que en 1982 se procede a su inauguración oficial.

El recorrido por las dependencias de la antigua casa de los Lazarraga comienza con una referencia imprescindible a la vida del pastor. Los de Zalduondo se acercaban hasta las campas de Urbia, donde algunos de ellos habitaban en chabolas como las que muestra una gran fotografía y que se ha reproducido casi al detalle. Igual detenimiento se ha seguido para recrear una habitación a la antigua, con su jofaina y su orinal, o para habilitar una cocina clásica de caserío, amueblada al detalle.

La siguiente estancia está dedicada a la agricultura. Junto a un trillo de considerables proporciones se muestran las medidas de capacidad que eran la media fanega, el celemín o la cuarta, además de una pequeña prensa para hacer vino o sidra. Y tras los trabajos del campo, la cerámica: aquí, hay objetos para todos los gustos, pero entre todos habría que destacar las piezas pertenecientes a la ollería de Zalduondo, con dos soberbias tuberías que se emplearon en la conducción de agua de Murguía.

Antes de subir a la primera planta, no hay que dejar de echar un vistazo al imponente telar que ocupa el centro de la estancia principal, rodeado de lápidas romanas encontradas en un yacimiento cercano. Ya por las escaleras, el visitante recibe la primera muestra de una de las joyas del museo: las pinturas murales que adornaron en sus buenos tiempos el palacio y que ahora, restauradas, se presentan en forma de cuadros sobre un soporte de poliuretano y fibra de vidrio.

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Estas imágenes simbólicas, tomadas en buena parte del Antiguo Testamento, decoraban la escalera y la solana del palacio de Juan López de Lazarraga y Juliana Díaz de Santa Cruz. Toscas, pero con la expresividad y la sugerencia que da la sencillez, estos frescos son uno de los principales atractivos del Museo de Zalduondo.

Pero en esta segunda planta se pueden encontrar más: ahí está la habitación dedicada a la historia del pueblo, con una referencia imprescindible al Camino de Santiago que venía desde Guipúzcoa por el cercano túnel de San Adrián y que en este pueblo alavés tenía una parada habitual. Además, se presentan algunos documentos provenientes del archivo municipal y joyas de la parroquia de San Saturnino, como un cantoral de vitela (así lo señala la etiqueta informativa) del siglo XVI.

Y un poco más allá, el legado que el inquieto Blas Arratibel dejó a Zalduondo: una maqueta de madera de todos los edificios del pueblo y que, según se informa en un panel, ha sido expuesta, entre otros lugares, en Londres, París y Bilbao.

El museo es además el centro donde se desarrollan las principales actividades del pueblo. Por eso, quizás, en todo el recorrido se siente la presencia de Markitos, el popular muñeco de los carnavales más famosos de Álava, y que, como el propio museo, es fruto de los vecinos del pueblo y una de las principales referencias de Zalduondo.

LO QUE HAY QUE VER

Las fotografías, que han sido tomadas en las instalaciones de las Bodegas Remelluri, en la también localidad alavesa de Labastida, son las de un trabajador de la imagen, pero sin edulcorantes ni aditivos. Son miradas que carecen de trampa.Así se pretende que sean las exposiciones que se ofrecen en el Museo de Zalduondo, en las que participan artistas alaveses. En las muestras (que están acompañadas de las pinturas murales y las aportaciones de los vecinos), se ha podido disfrutar durante este último año con las obras de Xabin Egaña, Asisko (uno de los dibujantes de la conocida marca de camisetas Kukuxumusu y también autor de la camiseta de Carnavales de Zalduondo), Jose V. Cos y Simónides.

Son el aliciente temporal a un recorrido por la historia de cualquier pueblo, pero que en algunos lugares, como en Zalduondo, todavía se puede conocer casi al detalle.

DATOS PRÁCTICOS

Dirección: Palacio de los Lazarraga. Zalduondo (Álava). Teléfono: 945 304374.Horario: Sábados, de 17.30 a 19.30; domingos, de 12.00 a 14.00. Es recomendable la llamada previa para poder concertar la visita.

Entrada: Gratuita.

Fecha de inauguración: En el año 1982, se abrió al público este centro dedicado a las costumbres e historia de Zalduondo, después de más de casi una década de trabajo de los vecinos de la localidad por recuperar el palacio de los Lazarraga.

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