Más que depósitos de arte
En un museo, lo más importante es el contenido, pero el continente, es decir, el espacio físico, el edificio que alberga las obras de arte, comienza a ganar enteros. Las ciudades ya no se conforman con disponer de la mejor colección de obras de Van Gogh o de la selección óptima del pop norteamericano, por poner dos ejemplos. Quieren que, antes de nada, los visitantes queden maravillados ante el aspecto exterior del museo. Y es ahí donde entran en juego los arquitectos, cuyo papel se ha debatido en los últimos dos días durante las Jornadas de Arquitectura Contemporánea de la Universidad de Alicante, que han versado sobre La arquitectura de los museos. Reflexión y debate.En un ejemplo de metalenguaje, las jornadas se han desarrollado en la sala principal del Museo de la Universidad de Alicante (MUA). Cuando se habla del diálogo -a veces conflicto- entre el continente y el contenido en museística, se piensa automáticamente en el último generador de este debate en España, como fue el Museo Guggenheim de Bilbao, diseñado por Frank Gehry.
No hace falta irse tan lejos. El propio MUA es un ejemplo de cómo la primera imagen que se vende de un museo, antes del contenido, es el continente, en el que además se ha inspirado el logotipo de las instalaciones universitarias. "Antes se tenía el concepto de que un museo era algo inexistente, y ahora reivindicamos que es algo que existe", señala el portugués Álvaro Siza Vieira, responsable del Museo Serralves de Oporto, y que ayer pronunció una conferencia sobre ese proyecto en concreto. Es decir, que antes un museo era un mero depósito de arte, y ahora es algo más.
Ayer coincidieron en las jornadas dos arquitectos, Álvaro Siza y Rafael Moneo, que se han visto en la tesitura de adecuar edificios antiguos a los usos museísticos. Son actuaciones que siempre despiertan polémica, pues llevan aparejado el debate sobre el equilibrio entre el respeto al patrimonio y la adecuación a los tiempos modernos. El propio Siza Vieira se encontró para Serralves con "una preciosa casa de 1930 que tenía enfrente un jardín igualmente reseñable".
Más problemas tiene Rafael Moneo, cuyo proyecto de ampliación del Museo del Prado se ha visto cuestionado por su incidencia en el Claustro de los Jerónimos. Según Moneo, el área de enlace entre éste y el Prado es "una pieza crucial de su proyecto". El arquitecto navarro, que también explicó su proyecto ante un auditorio de 400 estudiantes, dijo que, debido a que tenía que "producirse forzosamente sobre las intalaciones", se optó por construir una cuña acristalada bajo la que se habilita el área de recepción.
En todo caso, es un proyecto lleno de quebraderos de cabeza que se resumen en una frase categórica de Moneo: "Cuando acabe la ampliación del Museo del Prado seré feliz". Se da la paradoja de que Moneo fue alabado por respetar un palacete en el diseño del edificio Bankinter en Madrid en los setenta, cuando no existía una cultura de cuidado del patrimonio. Sin embargo, 20 años después y en la misma ciudad, se ha encontrado en el centro de acusaciones de agresión al Claustro de los Jerónimos.
Siza Vieira destacó que, a la hora de diseñar un museo, hay que tener en cuenta más cosas que el diálogo del edificio con su entorno. En concreto, se debe tener en mente el contenido del continente. "No es lo mismo un museo que albergará una colección permanente que unas instalaciones dedicadas tan solo a exposiciones temporales", opinó.
Otros ponentes de las jornadas hablaron de sus respectivos proyectos de arquitectura museística. Guillermo Vázquez Consuegra habló de las dificultades impuestas por las características del barrio valenciano de Velluters, donde se alzará el nuevo Museo Valenciano de la Ilustración. Luis Moreno y Emilio Ruñón, hicieron lo propio con el Museo de Bellas Artes de Castellón.
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