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Reportaje:

Pasión por Liliput

Tanques perfectamente diseñados de apenas dos centímetros de longitud, camiones del ejército de centímetro y medio, soldados bien pertrechados de algo más de cinco milímetros de altura... el taller de trabajo que Jorge Merino, de 28 años, tiene en su casa es un pequeño paraíso liliputiense donde todo tiene dimensiones ínfimas. No es un taller al uso. Es el lugar de trabajo del presidente de la recién creada Agrupación de Miniaturistas de Granada, una asociación que pretende hacer de la ciudad la capital de los soldaditos de plomo.Creadores de miniaturas y coleccionistas de casas de muñecas, de trenes a escala, de coches de juguete, se acaban de unir para fomentar su hobby y compartir su pasión por un mundo que requiere una infinita paciencia, un pulso de cirujano para pintar las piezas hasta que den sensación de realidad y una gran vocación por lo diminuto.

"Yo vivía en Zaragoza hasta hace unos meses, y allí era secretario de la asociación de miniaturistas", dice Merino. "Cuando llegué a Granada y vi que no existía nada parecido, empecé a moverme". Dicho y hecho, nada más crear la agrupación se apuntó una veintena de socios, algunos de ellos, como José Hernández, de los mejores miniaturistas del país.

"En la asociación hay tanto miniaturistas como coleccionistas", afirma Merino, que ha ganado algunos premios en diferentes concursos con sus dioramas, es decir, reproducciones a escala de escenas de batallas, a menudo extraídas de fotografías históricas, en las que se cuida tanto la disposición de los soldados y el color de sus uniformes como el paisaje que los rodea.

Un buen miniaturista no sólo fabrica los moldes en los que luego inyectará plomo o resina para crear las figuras. También las pinta con una enorme precisión y se documenta históricamente para que sean una fiel reproducción de la realidad. Merino está especializado en soldados de la Segunda Guerra Mundial. Otros miniaturistas se especializan en trenes, en coches, en casas de muñecas.

"Se trata de un hobby carísimo", dice Merino. "Pero yo considero que hay otros hobbies más estúpidos, como la práctica del esquí", ironiza. Luego, más serio, comenta: "Es algo que requiere mucha pasión y mucha constancia, pero que compensa mucho".

Uno de los trabajos de los que más orgulloso se siente es un guerrero medieval de apenas nueve centímetros de altura, que parece real hasta en el detalle de las puntillas que atornillan su armadura y su yelmo. "Pintar las figuras es todo un arte", comenta el miniaturista.

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La diferencia entre un miniaturista y un coleccionista es que el primero se fabrica sus propias figuras a base de crear moldes, en tanto que el segundo adquiere las piezas en las tiendas del ramo, que ofrecen todo tipo de objetos a diferentes escalas. Hay reproducciones de coches de hasta 1.500 piezas que el coleccionista tiene que pintar, montar y ensamblar.

La Agrupación de Miniaturistas de Granada tiene previsto en los próximos meses organizar las primeras exposiciones de miniaturas y, en el futuro, crear concursos de competición. "Nuestra idea, ante todo", explica el presidente, "es hacer de Granada una de las grandes capitales nacionales del miniaturismo".

Merino comenta algunos de los prodigios de coleccionistas que ha contemplado, como una batalla con soldaditos de plomo clásicos montada por un jubilado con más de 3.000 piezas. "Era una maravilla", dice. Y es que lo liliputiense siempre fascina.

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