Críticas a Hague en el congreso 'tory' por su giro radical a la derecha
El líder de los conservadores británicos, William Hague, vigila dos frentes en el congreso anual que el partido celebra esta semana en Bournemouth, sur de Inglaterra. Por otra parte, el Gobierno de Tony Blair se recupera en las encuestas tras su estrepitosa caída. Y, más comprometedor para el éxito de sus aspiraciones electorales, mantiene la guardia contra sectores del partido que le critican por girar radicalmente hacia la derecha.
John Major, ex primer ministro, recuperó ayer, por primera vez desde la colosal derrota tory de 1997, la palabra en los márgenes del congreso en defensa de Una Nación, una corriente del conservadurismo. En ella profesan moderados, centristas y europeístas que se sienten crecientemente distanciados de la estrategia reaccionaria de William Hague. "Debemos extender la mano a todos los británicos, a los menos privilegiados que necesitan ayuda, a los que viven fuera del círculo de prosperidad, los británicos negros, amarillos o marrones que forman parte de nuestra sociedad tanto como yo. Nuestras estrategias deben enfocarse a ellos tanto como a nosotros", defendió Major en una velada censura al programa exclusivista del líder conservador. Recuperar el centro político que Hague está perdiendo con su mano firme contra refugiados, en periódicas denuncias con tintes racistas, o con su intransigencia respecto a la moneda única e instituciones europeas, domina la agenda de un sector de los delegados tories. Así, el anterior secretario de Estado en ciencia y tecnología, Ian Taylor, pidió a Hague que abandone sus políticas más "ideológicas y extremistas" para convertir, dijo, una "oposición seccional" en una genuina alternativa de Gobierno.
Michael Heseltine, peso pesado en anteriores administraciones que abandona su escaño en el Parlamento en las elecciones previstas el año próximo, hundió también su puño en la estrategia reaccionaria adoptada por Hague. "No sólo debe entusiasmar a los activistas, sino recuperar al gran número de personas que han abandonado a los conservadores", dijo al llegar a Bournemouth. Y en un claro reto a su estilo de liderazgo, Heseltine calificó de "ridícula" la ausencia de Kenneth Clarke, anterior titular de Finanzas, del equipo en la sombra. Clarke, el más popular de los políticos tories, está vetado del gabinete de Hague por su oposición a rechazar el euro durante la próxima legislatura. "Debería hacer un esfuerzo por recuperar a Ken Clarke", defendió el ex ministro.
En vistas a las aparentes fisuras internas, Hague intentó recuperar el protagonismo dando a conocer ayer planes para regenerar el centro de las ciudades, castigadas por los efectos de la posindustrialización, y otras iniciativas sociales para combatir el crimen, y mejorar el rendimiento escolar. "Pondremos fin al enfoque fragmentado y no coordinado de los laboristas", prometió.Hague acude al congreso con una coyuntura favorable. En los últimos días, ha perdido la ventaja sobre Tony Blair que le brindaron por primera vez los británicos en los sondeos de opinión. Pero los conservadores mantienen todavía una saludable posición, con un margen de entre dos y seis puntos respecto al, de nuevo, dominante Partido Laborista, que el líder aspira a incrementar o, al menos, preservar.
Promesas para mejorar las pensiones por encima de la tasa gubernamental, para reducir el impuesto del carburante y otras medidas populares se confirmarán esta semana en la reunión anual del partido. "La gente nos está observando para ver cuál es la alternativa, para comprobar si estamos preparados para gobernar", señaló el fin de semana. Pero junto a la estrategia tory, que gira en torno al lema "revolución del sentido común", los conservadores exprimen en Bournemouth las fisuras en el programa neolaborista.
La protesta del carburante puso de relieve el distanciamiento del Gobierno con la opinión pública, un viejo escándalo sobre donaciones políticas, recuperado en el libro Servants of the People, recién publicado, sugiere que el primer ministro y su titular de Finanzas, Gordon Brown, mintieron al público sobre el tema, y el congreso laborista dejó claro el descontento de los pensionistas con la oferta y planes de futuro del Gobierno. "Ya no se puede confiar en que el primer ministro o el Chancellor digan la verdad, y esto es muy lamentable", denunció Hague en avanzadilla a las insinuaciones de desconfianza en el Ejecutivo que se escucharán a lo largo de la semana.
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