El asesino de Lennon pide la libertad
Han pasado ya 20 años. Y Mark David Chapman, el hombre que asesinó a John Lennon, quiere conseguir la libertad bajo palabra. Cumplida la primera parte de su condena, que se fijó entre los 20 años y la perpetuidad, Chapman aspira a salir de la cárcel.Mañana recibirá en la prisión de Attica (Nueva York) la visita del Comité de Libertad bajo Palabra, que debe decidir si el recluso es digno de volver a la calle y si es cierta su afirmación de que ha alcanzado "el más alto grado de salud mental".
Chapman ha rodeado de publicidad su apelación. Ha concedido un par de entrevistas en las que trata de presentarse como un hombre nuevo, profundamente cristiano, y en las que insiste en un mensaje: John Lennon, dice, le habría perdonado, y sería partidario de su libertad. Pero ésa es una hipótesis inverificable. Lennon murió de cuatro balazos disparados por Chapman el 8 de diciembre de 1980, junto a la puerta de su casa, en el edificio Dakota.
Los psiquiatras que testificaron en el juicio consideraron que Chapman era un sociópata muy peligroso. Y, pese a todas las buenas palabras, la impresión que se extrae de las entrevistas es poco tranquilizadora. Habla, por ejemplo, de sus sueños. Sueña con volver al edificio Dakota, en la esquina de la Calle 72 con Central Park West, y con abrazar a Yoko Ono. "He tenido ese sueño varias veces", explica. "En él, Yoko Ono es cariñosa conmigo, y soy aceptado en ese hogar, y me siento querido". Ésa es la vida onírica del hombre que asesinó a Lennon porque, de alguna forma, creía ser Lennon. A juzgar por sus sueños, sus obsesiones no han cambiado sustancialmente en dos décadas.
Yoko Ono, la viuda, no ha querido expresar en público su opinión sobre la petición de Chapman. Se ha limitado a exponerla por carta a los miembros del comité. Algunos de sus amigos han revelado, sin embargo, que Ono sentiría amenazada su vida y la de los dos hijos de Lennon, Julian y Sean, si el recluso más célebre de Attica volviera a pisar las aceras de Nueva York.
Chapman, que hoy tiene 45 años, ha sido un preso modélico. Asiste a oficios religiosos y se siente "curado de la depresión". Recuerda perfectamente aquel día junto al Dakota. Vestía una gabardina y escondía un arma en el bolsillo. "Le dije: John, ¿me firmarías este álbum? 'Claro', me contestó, escribió su nombre y me lo devolvió. Me miró, asintió y preguntó, '¿eso es todo lo que quieres?".
Lennon se fue y Chapman esperó todo el día leyendo pasajes de su libro favorito, El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger. "Ayúdame, demonio", se repetía, "dame el poder y la fuerza para hacer esto". El demonio se la dio. Cuando el músico regresó a casa, Chapman estaba a punto. "Una voz en mi cabeza decía 'hazlo, hazlo'. Apunté a su espalda y apreté cinco veces el gatillo". "No quería su autógrafo, quería su vida", explica el asesino, "y acabé teniendo ambas cosas".
Chapman no se movió después de disparar. Cuando llegó la policía seguía leyendo El guardián entre el centeno.
"Recuerdo la mirada del policía cuando arrastraba el cadáver de John Lennon hacia el coche patrulla. Cómo me miró", dice, "y cómo me maldijo. Nunca supe cuáles fueron sus palabras, pero leí la maldición en sus labios". El policía no fue el único. Muchos maldijeron a Chapman aquel día y muchos siguen haciéndolo hoy.
Parece muy improbable que el preso de Attica vuelva a la calle. El martes será entrevistado, junto con otros 51 internos de la prisión. Y las estadísticas no jugarán a su favor: sólo un 6% de los candidatos a la libertad bajo palabra la consiguen al primer intento. El comité no sólo debe valorar el buen comportamiento y el grado de rehabilitación, sino el impacto emocional que tendría la liberación de Chapman en el entorno de la víctima.
Como pronóstico, sirve el de un experto, el de Robert Gangi, director de la Asociación Correccional de Nueva York: "Chapman no saldrá nunca". Es lo más probable.
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