España se broncea con su mejor juego
La selección de Román sube al tercer peldaño del podio tras mostrarse netamente superior a la yugoslava
El deseo de que Iñaki Urdangarín se jubilase en el podio olímpico sirvió como catalizador de un equipo que en Sydney había sido una sombra de sí mismo. España se lució frente a una Yugoslavia decreciente, pero peligrosa, con un juego fluido, rápido y sólido que, incluidas otras competiciones, le dio su quinta medalla en cuatro años. De ese modo vistió de bronce a su capitán y se consolidó en el tercer lugar del escalafón. Ni siquiera tuvo que sufrir en los habitualmente fatídicos últimos minutos.Aunque los nervios provocaron demasiados fallos en tiros fáciles, cuesta evitar la especulación sobre lo que habría pasado si España hubiese jugado así un día antes, cuando no dio una a derechas frente a Suecia. Claro que Yugoslavia dio muchas más facilidades: a sus dos grandes creadores, Jovanovic y Butulija, les pesan los años; a Perunicic, uno de los más terroríficos lanzadores, la lesión que acaba de superar. Pero es que España, cuyo ataque posicional funcionó bien por primera vez, hizo bien todo lo que no depende del rival: dio balones a los extremos -Ortega y Guijosa, magníficos-, lo que ensanchaba el campo y abría huecos; montó un bloque defensivo que sacó de quicio a los balcánicos; el director, Duishebáiev, y Barrufet demostraron por qué están entre los fuera de serie, y el equipo entero exhibió el valor que se le supone y que causa frustración por doquier, dado que su diferencia respecto a Suecia y Rusia es, sin duda, menor de la reflejada.
ESPAÑA 26YUGOSLAVIA 22
España: Barrufet; Guijosa (6), Masip (4, uno de penalti), Urdangarín (3, uno de p.), Ortega (7, cuatro de p.), Duishebáiev y Xepkin (2) -equipo inicial-; Juancho (1), Lozano, Duishebáiev (2), Ugalde (1) y Núñez (portero). Excluidos: Olalla (2), Xepkin, Lozano, Urdangarín y Duishebáiev.Yugoslavia: Peric; Jovanovic (4), Lapcevic, Butulija, Skrbic (7, dos de penalti.), Milosavljevic (5, uno de p.) y Kapisoda (1) -equipo inicial-; Golic, Djukanovic (1), Perunicic (3), Nikolic (1) y Sterbik (portero). Excluidos: Skrbic (2), Lapcevic, Djukanovic (2), Perunicic y Jovanovic. Marcador cada cinco minutos: 2-1, 2-2, 4-4, 7-5, 9-7, 12-9 (descanso), 13-11, 16-12, 20-13, 21-15, 24-19 y 26-22. Árbitros: Boye y Jensen (Dinamarca). 4.000 personas en el Dome.
Román no incluyó en la alineación a Garralda, tal vez por su exagerada tendencia al pique, tan peligrosa frente a los grandes gurúes de la picaresca deportiva. O sea, que apenas se recurrió a los zambombazos desde los diez metros, porque Lozano tampoco se prodigó. Y así, renunciando a lo que supuestamente es una seña de identidad del balonmano, España fue ayer, como Suecia siempre, un equipo letal gracias a la fidelidad al propio estilo, a practicar lo que se domina. Por ejemplo: qué placer dieron los balones lanzados por Barrufet, que, como si llevasen un radar interno, caían en las manos de Guijosa y Ortega por muy lejos que éstos se hallasen en su carrera desaforada al contragolpe; esos goles valen uno, como todos, pero producen el efecto de una patada donde más duele, dado que siempre castigan el fallo del rival en un ataque. O qué sensación de potencia dio el pivote, Xepkin, capaz de girarse y marcar con dos grandes individuos colgados de su cuerpo. Y qué decir de los magistrales cambios de ritmo y orientación de Duishebáiev y Masip, pasando de pronto al extremo más lejano y recordando a la parroquia que no sólo los suecos saben hacer eso.
La parroquia disfrutó sin los tradicionales apretones postreros, dedicados ayer a los gestos entrañables: sus compañeros pidieron a Urdangarín que tirase el último penalti. "Anda que, si lo fallo, la despedida será memorable", se dijo el capitán. Pero lo metió, trepó hasta el palco, besó a la reina Sofía y a su esposa, la infanta Cristina; abrazó al príncipe Felipe, tomó a su hijo en brazos y debió de pensar: "Esto no podía acabar mejor". Si pudo ser más ya es historia.
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