_
_
_
_

Albaneses en las cárceles de Belgrado

Un millar de albanokosovares siguen detenidos sin juicio tras ser trasladados a Serbia al final de la guerra

Jorge Marirrodriga

"Al principio tuve la oportunidad de escapar de Kosovo, pero decidí quedarme en mi apartamento de Pristina y logré resistir hasta que sólo faltaban tres semanas para el fin de la guerra. Entonces la policía serbia vino a buscarme y me llevaron detenido". El 19 de mayo de 1999, Shpetim Gashi, un estudiante albanokosovar, fue detenido en la ya casi vacía Pristina sin acusación ninguna. Entonces pensó que estaría bajo custodia sólo unos días o a lo sumo algunas semanas. Pero fue trasladado a una cárcel en Serbia y sólo pudo recuperar la libertad hace tres meses después de que su familia lograra reunir 10.000 marcos alemanes (unas 850.000 pesetas) que han constituido un verdadero rescate. Junto a Shpetim fueron enviadas a Serbia otras 2.000 personas. Hasta el día de hoy, poco más de la mitad han sido puestas en libertad.Cada día los familiares de 900 personas peregrinan por diferentes organismos internacionales presentes en Kosovo en busca de una solución para la situación de sus parientes, detenidos sin juicio desde hace más de un año en cárceles serbias, adonde fueron trasladados sólo horas antes de la entrada de las tropas de la OTAN en la provincia yugoslava. La semana pasada, el máximo responsable de la administración de la ONU en Kosovo, Bernard Kouchner, anunció la apertura de una oficina para investigar estos casos.

"La OTAN bombardeaba sin cesar y la policía recorría los edificios buscando albaneses. Mis vecinos serbios, con los que había estado cenando el día anterior, aseguraron que no me conocían de nada. Eran las ocho de la mañana y esa noche estaba ya en un polideportivo de Lipljan (al sur de Pristina) con otros 700 detenidos albaneses". Shpetim describe como "terribles" las condiciones del lugar. Sin agua, comiendo un mendrugo de pan al día y presenciando los interrogatorios de los cuerpos especiales serbios que buscaban desesperadamente cualquier relación de los detenidos con la guerrilla del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). "Incluso había menores y ancianos. Recuerdo especialmente los casos de Xhevat Podvorica, de 16 años, y de Bajram Gashi, de 75. Los recuerdo porque ahora mismo siguen prisioneros en Serbia".

Pasaron varias semanas, "interminables", y un buen día fueron despertados a las seis de la mañana. "Los policías no hacían más que disparar al aire. No teníamos ni idea de lo que ocurría. Nos ataron las manos a la espalda y nos introdujeron en camiones cerrados. Muchos pensaron que íbamos a morir". Shpetim y sus compañeros ignoraban que hacía pocas horas, en un destartalado restaurante de las frontera con Macedonia, los jefes del Ejército yugoslavo y de las fuerzas de la OTAN acababan de firmar el acuerdo que ponía fin a la guerra y a la presencia de las fuerzas serbias en Kosovo. Los responsables policiales serbios habían ordenado el traslado urgente de los prisioneros albanokosovares a las prisiones en el interior de Serbia y bajo su control. "Me llevaron a la cárcel de Sremska. Estábamos 70 personas en 80 metros cuadrados y para dormir nos colocábamos como el pescado en conserva, pero aquello nos pareció un hotel en comparación con Lipljan". En Sremska había prisioneros serbios de los que Shpetim guarda un grato recuerdo. "Se portaron muy bien con nosotros y nos facilitaron mucho las cosas. También había guardias que nos trataron muy comprensivamente. Gracias a ellos, aquello era otra cosa".

Tras numerosas negativas sobre la existencia de presos albaneses, el Gobierno de Belgrado reconoció en septiembre de 1999 que cerca de 2.000 personas estaban en esa situación. Desde ese momento el Comité Internacional de la Cruz Roja se encargó de vigilar su estado y de llevar correo entre ellos y sus familias. "El primer día que recibimos una carta fue una fiesta. Todo el mundo lloraba de alegría".

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_