Massana, tan feliz como el campeón
El marchador español deja atrás sus múltiples lesiones y queda cuarto en los 50 kilómetros
Valentín Massana demostró ayer que el cerebro es el principal órgano del marchador. Consciente de sus carencias tras 12 meses marcados por las lesiones, empezó de forma suave y fue remontando con un ritmo trepidante que le llevó al cuarto puesto final en los 50 kilómetros. Después lloró de emoción. El vencedor fue el polaco Robert Korzeniowski, quien también se llevó el oro en los 20 kilómetros, en los que, eso sí, se vio favorecido en última instancia por la descalificación del mexicano Bernardo Segura. Nadie había conseguido tal doblete olímpico.Massana, de 30 años y bronce en Atlanta, sólo dejó que el corazón pudiera con la mente tras cruzar la meta. "Ésta ha sido la mejor marcha de mi vida. Siempre he sido modesto, pero hoy no. Ha habido dos campeones: Korzeniowski y yo. Después de lo que he hecho aquí y si las lesiones me respetasen, sé que subiría al podio allá donde fuese", dijo aún jadeante. A continuación pidió un teléfono, llamó a su mujer y lloró otra vez. "A ella le dedico este gran éxito, por lo mucho que ha sufrido conmigo, así como a mi entrenador, Josep Marín". Éste apareció entonces y ambos se fundieron en un abrazo.
Hace tres años, Massana y Marín protagonizaron un episodio ilustrativo. Ocurrió en el Campeonato del Mundo de Gotemburgo (Suecia). Marín fue a felicitar a su pupilo por su segunda plaza, pero éste, enojado, rechazó su beneplácito. "Estoy en la mejor forma de mi vida y no he venido aquí a quedar el segundo", explicó.
Para comprender que la situación era bien distinta ayer basta con repasar la lista de percances de Massana desde enero, que incluyen varias inflamaciones, una tendinitis y una bursitis. Así, sus rivales de ayer le aventajaban en cientos de kilómetros de entrenamiento. Por eso se conformaba con terminar entre los ocho primeros y había trazado un plan para ello: "Iré a mi ritmo, rezagado, y apretaré en los 15 últimos kilómetros. Si voy bien, puedo remontar hasta un par de minutos y lograr un diploma. Y, si aún me siento fuerte, quién sabe". Eso hizo: 17º en el kilómetro 20, duodécimo en el 30, décimo en el 35 y cuarto en el 50. "En el 45 le he dicho que dejase de forzar porque ya no había tiempo para alcanzar al tercero. Pero, si la carrera hubiese durado unos kilómetros más...", especuló Marín.
En realidad, Massana era el español en peor forma de los tres. Pero los otros dos demostraron por qué las neuronas deben mandar sobre las piernas. Mikel Odriozola, de 24 años, el décimo del ránking mundial y en ascenso, confiaba en saltar ayer a la gloria. Pero, en su afán por evitar un desfallecimiento, desayunó demasiado yogur con cereales y vomitó en el kilómetro 10. Todavía siguió un rato a Massana, pero terminó sufriendo un bajón irreversible.
Jesús Angel García Bragado, campeón del mundo en 1993 y subcampeón en 1997, se mantuvo fiel a su fama de cabeza loca en su frenesí por imponer un ritmo fuerte: lo mismo iba el primero que perdía contacto, lo recuperaba y volvía a tirar. No hace falta ser un experto en marcha ni en fisiología para deducir que esa táctica da más disgustos que alegrías: duodécimo a la conclusión.
Massana, físico, astrónomo y apasionado del ajedrez, fue el único que mantuvo la cabeza fría: "En Atlanta dije que no me veía en esta vida tan dura con 30 años, pero aquí estoy. Y, después de lo que he hecho hoy, con un entrenamiento deficiente, voy a tomarme un tiempo para decidir si me retiro o no. Además, así lograré que la prensa hable de marcha un día más y nos compense un poco por una marginación flagrante".
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