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Camacho

La perspectiva en política y en cualquier cuestión pública siempre es deseable. Los juicios apresurados en ocasiones deslegitiman a su autor. Rafael Camacho, desde hace 11 días director general de la Radio Televisión de Andalucía (RTVA), concitó una arrolladora carga de dudas, sospechas y acusaciones, sin dejarle, como es habitual en estos casos, el ser juzgado por sus hechos. Sobre él descargaron rayos y truenos.Es lógico que lo hiciera la oposición porque está en su papel. No seré yo quien defienda a Rafael Camacho, pero tampoco quien le acuse alegremente sin concederle el tiempo de gracia que merece.

Rafael Camacho ha sido anatemizado y su valedor, Manuel Chaves, aun siendo consciente de lo que se le venía encima, afrontó durísimas críticas, algunas de ellas terciadas por intereses personales, con un transfondo espúreo nada claro.

Manuel Chaves, olvidándose de resultados electorales, tendría que haber propuesto al consejo de la RTVA a Antonio Sanz o a su compañero Rafael Salas (ambos del Partido Popular). Y si le faltaba banquillo, a Romero, Valderas o Rejón, históricos militantes de Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía. De esta manera, tendríamos una televisión a modo y gusto de la oposición, como la tiene Manuel Fraga en Galicia, Eduardo Zaplana en Valencia o Jordi Pujol en Cataluña.

Manuel Chaves y Gaspar Zarrías se habrían ahorrado de esta forma estar a los pies de los caballos. Es más, tendrían que aprender de Aznar, Rajoy y Arenas, que tuvieron la tentación de nombrar para Televisión Española a Alfredo Pérez Rubalcaba.

Chaves perdió la oportunidad de poner la bicoca televisiva en manos de la oposición y ahora tendrá que aguantar que Rafael Camacho responda a sus compromisos. En caso contrario, siempre le quedará la posibilidad de llamar a Teófila Martínez para que le arregle el huerto televisivo andaluz. Y si no, esperar a que gane el Partido Popular, que incluirá en sus promesas electorales nombrar a José María Calviño para la RTVA

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