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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Al este del Edén

Cualquier ciudadano de esta parte de Europa que haya osado recientemente emprender el viaje por tren entre Varsovia y Moscú, provisto de un pasaporte en vigor y un visado ruso en regla, se habrá encontrado con la desagradable sorpresa de que, una vez cruzado el río Bug, en la frontera entre Polonia y la extinta URSS, la policía bielorrusa lo habrá puesto de patitas en la calle.En teoría, es suficiente el visado ruso para transitar por territorio bielorruso siempre que uno no se baje del tren. Así lo afirman, entre otros, la Embajada rusa en Madrid, la Asociación Internacional Rusa de Albergues Juveniles, que actúa como avalista, en su caso, para la obtención de este visado; la Compañía Alemana de Ferrocarriles (DB), que se encarga de expender muchos de esos billetes de tren, las agencias de viaje especializadas en rutas por la antigua URSS y publicaciones actualizadas del prestigio de las famosas guías Thomas Cook para viajeros independientes.

En la práctica, sin embargo, la policía bielorrusa campa por sus respetos. Te exigen un visado bielorruso, una vez en Brest (puesto fronterizo de entrada), para poder seguir tu camino, y de no tenerlo te devuelven a Polonia. Les explicas como puedes todo lo anterior (el inglés es una lengua abominada en esta parte del continente), pero ellos se encogen de hombros. Les dices además que eres ciudadano español y que te resulta imposible conseguir un visado bielorruso en tu país, puesto que, a diferencia de lo que ocurre con las otras repúblicas vecinas de Rusia (Estonia, Letonia, Lituania, Ucrania), que sí tienen representación diplomática en Madrid, Bielorrusia no tiene Embajada en España. Pero ellos te indican que sí hay embajadas en otros países y que acudas allí.

La situación es particularmente delirante por cuanto que, en virtud del convenio actual entre Rusia y Bielorrusia, una vez que la policía de fronteras y aduanas de este últi- mo país hace el registro correspondiente en Brest, sabes que ningún otro uniformado va a subir ya al tren hasta Moscú.

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Con todo, la aparente exquisitez legal de los bielorrusos para con el europeo occidental se torna en vista gorda para los locales, que cruzan en trenes destartalados la frontera con Polonia cargados de tabaco y vodka de contrabando con el que conseguir unos pocos dólares, de manera pública y notoria.

Un grupo de cinco funcionarias corruptas se encarga de revisar el material previamente a una muchedumbre de unas trescientas personas, interviniendo dos cartones a quien intenta pasar ocho, y cuatro al que intenta pasar el doble. El vodka va en bolsas de plástico, por lo que es fácil deshacerse de él en caso necesario. Nadie, sin embargo, parece apurarse en esta escena kafkiana que retrata bastante bien la resignación eslava ante los avatares del destino: sólo el viajero ocasional que ve cómo, por el capricho de cuatro militares aburridos, tiene que dar media vuelta y emprender camino a casa.- . .

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