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Sydney 2000 ATLETISMO

Una medalla contra el dolor

La nigeriana Alozie, que ha vivido un drama desde que su novio muriera atropellado en Sydney el día 8, acaba segunda en los 100 metros vallas

Santiago Segurola

Los ojos decían otra cosa que las palabras. "Me siento feliz con esta medalla de plata", dijo la nigeriana Glorie Alozie tras la carrera de 100 metros vallas. Pero su mirada no lograba ocultar la tristeza de dos semanas dramáticas. Su novio, Higinius Anugho, atleta de 400 metros, murió atropellado en Sydney el pasado día 8. Ella se enteró de la noticia por televisión. Había llegado a la ciudad de Yokohama para disputar la última competición antes de viajar a Australia. El impacto de la tragedia no se ha borrado con la medalla. El cuerpo de Anugho no ha sido todavía trasladado a Nigeria, donde todavía no han comunicado la muerte del atleta a su padre, gravemente enfermo.Alozie vive desde hace tres años en España. En 1997 se trasladó a Valencia para entrenarse a las órdenes de Rafael Blanquer, antiguo plusmarquista español de salto de longitud y cabeza visible del club Valencia Terra y Mar. "Necesitábamos una velocista y me dijeron que había una chica nigeriana que tenía buenas condiciones", comenta Blanquer. Alozie había destacado en el Mundial junior que se disputó en Sydney en 1996. Era una atleta en fase de formación, pequeña y muy rápida. Poco después llegó Higinius Anugho, un especialista en 400 metros. Le llamaban Anayo, nombre de su tribu de procedencia.

Los dos atletas nigerianos vivían en unos apartamentos en el barrio de Pechina en Valencia. Alozie destacó muy pronto. Corrió los 100 metros en menos de 11 segundos, pero su futuro estaba en los 100 vallas. A pesar de su baja estatura, se adaptó perfectamente a la especialidad. Sus carencias técnicas quedaban tapadas por su rapidez. Ayer no pudo hacer uso de su rapidez en los metros finales, cuando la victoria parecía segura.

Durante las dos últimas semanas, Alozie apenas ha comido. Tras enterarse de la muerte de Anayo, contactó con Blanquer, que acababa de aterrizar en Singapur, escala en el viaje del equipo español de atletismo a Australia. El entrenador y la atleta se reunieron en Sydney dos días más tarde. "Glorie estaba conmocionada. No podía creer la noticia de la muerte de Anayo", añade Blanquer. El atleta nigeriano murió atropellado poco después de que le comunicaran su baja del equipo nigeriano de 4x400 metros. "No quiero participar en los Juegos, no tiene sentido. Quiero regresar a Nigeria", le dijo a Blanquer. El entrenador, que ha permanecido durante todo este tiempo al lado de la atleta, se asustó por la reacción de Alozie. "Tenía que estar en todo momento junto a ella. No podía soportar quedarse sola ni un solo minuto".

Quienes la conocen, hacen todo tipo de elogios de Alozie. Mujer de fuertes convicciones religiosas, perteneciente a la iglesia de Pentecostés, se ha ganado la amistad de todos los atletas del club valenciano. Su generosidad es extrema. Constantemente recibe llamadas de atletas nigerianos pidiendo ayuda económica. "Ella nunca se niega. Les da todo lo que tiene", dice Blanquer.

En Australia, el entrenador ha dedicado todo su tiempo a ayudar a Alozie. No ha sido fácil. No pocas veces ha tenido que llevarle la cuchara a la boca para que probara algo de alimento. "En diez días, toda la ropa del equipo nigeriano se le quedó enorme. Se quedó en los huesos", señala Blanquer. "En los últimos días conseguimos que saliera a la calle, pero sus únicos entrenamientos han sido un poco de trote y algún estiramiento". El entrenador creyó que la competición serviría para sacarla de su ensimismamiento. Desde luego, no era cuestión de buscar una medalla que parecía fácil de conseguir antes de que se produjera el drama. Sólo la veterana estadounidense Gail Devers estaba por delante de Glorie Alozie en los pronósticos. Ahora se trataba de otro asunto, de recuperar a la muchacha de su estado de abatimiento.

Alozie accedió a participar en las eliminatorias de 100 metros vallas. A pesar de su precaria condición física, logró acceder a la final. La lesión de Devers en el comienzo de la carrera dejó a la nigeriana frente a la victoria. Era la mejor de todas las finalistas, pero el precio de las dos últimas semanas lo pagó en los últimos díez metros, en el terreno donde mejor se maneja, gracias a una velocidad que había perdido por la falta de entrenamientos. Sobre la línea, fue adelantada por Olga Shisigina. Para Glorie Alozie, el color de la medalla no tenía relevancia. "Me siento contenta porque de alguna manera puedo devolver con esta medalla el apoyo de la gente que ha estado conmigo en estos momentos difíciles". Gente como su compañera de equipo Norfalia Carabali, la atleta de origen colombiano nacionalizada española. Gente como Niurka Montalvo, que se fundió en un largo abrazo con Alozie. Gente como Rafael Blanquer, que no pudo disimular la emoción, sabedor de un drama nítidamente reflejado en la mirada de la atleta.

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