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Tribuna:LA LUCHA CONTRA ETA
Tribuna
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Coalición democrática

Afirma el autor que la lucha contra el terrorismo pasa por la unidad de los demócratas y un Gobierno de coalición.

La política, se dice, es el arte de lo posible. Cierto. Pero -sin abandonar el pragmatismo aristotélico- lo es también el de la búsqueda de algún bien. El bien que nos urge -relegados a un segundo plano otros que son también perentorios- es hoy el de la libertad (dejemos a un lado el término paz, que nadie aquí está en guerra).Así lo expresaron los miles de manifestantes de San Sebastián el pasado sábado (cualquier otra lectura resulta tramposa). Y hasta lo reconoció a su manera el propio lehendakari cuando el viernes reconoció que el error había consistido en "no separar la paz -otra vez la paz- de la política" (la pugna partidista, se entiende). Ardanza, por cierto, lo dijo, pero nadie en su partido le escuchó.

Pues bien, si el objetivo es la libertad -no una u otra cosa sino la Libertad misma-, cualquier política que se precie deberá marcarse como objetivo prioritario la lucha contra la tiranía de ETA. Esto debería quedar establecido sin ambages como preámbulo de todo programa. Lo está para el PP y el PSE, pero no lo ha estado para el PNV. Su peripecia -de la que no consigue salir airoso- es conocida: eliminar a ETA, sí; pero a base de hacer concesiones (lectura amable) y/o a base de obtener un desmesurado rédito político (lectura escarmentada). Tampoco el PP, a pesar del enorme sacrificio de sus militantes, ha sido leal en sus iniciativas. Los populares deben serenarse. Lo del PNV, la estrategia Arzalluz por entendernos, tiene peor arreglo, pero lo tiene.

Lucha contra la tiranía. En este punto uno tampoco cree en la mera solución policial: debe completarse con medidas políticas. Y éstas pasan hoy por la unidad de los demócratas. Esto, que ya se dice, debe concretarse. No puede ser una consigna vacía. Tampoco vale un acuerdo extraparlamentario como lo fue el de Ajuria Enea. Hoy, para materializar esa política de unidad democrática, sólo cabe impulsar un gobierno de Gran Coalición, mecanismo provisional que han utilizado las democracias en momentos de crisis grave (y que en Euskadi, tierra de al menos dos mundos de convenciones culturales paralelas, tendría por añadidura el efecto balsámico del mestizaje de lenguajes, del entrecruzamiento de experiencias vitales).

Hasta aquí el reino del bien deseable. Pero, claro -se objeta-, todo ello, estando bien, debe plasmarse en hechos. Las cosas en el mundo real están hechas unos zorros. Un PNV recalcitrante, un gobierno en minoría, un lehendakari dominado por consistentes pensamientos autísticos y dos mociones de censura ya presentadas no auguran lo mejor para el acuerdo. Más bien, lo contrario. Y, dígase lo que se diga, se barruntan elecciones en lontananza. ¿Es posible un gobierno de gran coalición en esas circunstancias? ¿No es un mero desideratum cargado de buena intención?

Pero ahí entra, justamente, el arte de lo posible: la política Veamos. Lo que sea que el destino nos depare, habrá de pasar inevitablemente por unas elecciones (lo contrario sería nauseabundo). El resultado numérico no será muy diferente al actual. Pero -ahora sí, señor lehendakari- se habrá abierto una nueva etapa. La iniciativa -sin ser uno adivino, aunque juegue a ello- estará en manos de un PP que reclamará la colaboración de los socialistas. Un gobierno "constitucionalista" sería una mala opción. A las dificultades de poner en marcha una administración hecha a medida del nacionalismo, habría de unirse el riesgo más grave de ahondar en la fractura de esos mundos llamados a entenderse pero hoy estancos. Tampoco es seguro que el PSE quiera inmolarse en aras del bien común. Es poco probable. Por su parte, el PNV, puesto ante la tesitura de gobernar en coalición, deberá elegir entre eso y una oposición dura de consecuencias impredecibles. Mientras tanto, a río revuelto, ganancia de tirano. De modo que un entendimiento PP-PSE-PNV, hoy impensable, sería factible en ciertas circunstancias. Sobre todo, descartadas las demás (como la opción PSE-PNV) por poco interesantes para los actores.

Así las cosas, acertará quien hoy haga una moción de censura (ya en marcha) y una posterior campaña electoral proponente y no demoledora. Nada de tierra quemada. Por su parte, el PNV deberá aceptar compartir poder, y, claro está, con mayor o menor solemnidad, cambiar de estrategia. Hay síntomas de ello.

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