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Tribuna:RAÍCESLITERATURA POPULAR
Tribuna
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Este pícaro gordo

Todo parece concebido en los primeros cantos para que el bebé crea que continúa plácidamente instalado en el seno materno. Pues allí todo es confortable y el ritmo del corazón, suave y persistente, garantía de seguridad. El regazo materno, una vez en el mundo, será así la cavidad simbólica que prolonga esa ficción intrauterina. Y los balanceos de nanas y de primeras rimas infantiles, sucedáneos magníficos del bombeo cordial.De ahí que algunos estudios sobre esta primera fase, con la que se inicia la psicología de los instintos, aconsejen llevar la práctica de cantar o recitar canciones y estribillos para bebés incluso a la etapa anterior, a cuando todavía el personaje está dentro. Pues así la transición al mundo será más suave, menos traumática. Experiencias de laboratorio han demostrado que ratones apartados desde el nacimiento de todo contacto con la madre, resultaron a la larga bastante más torpes que los que permanecieron largo tiempo acogidos al calor de su progenitora.

Claro que un niño no es exactamente un ratón. Pero las madres humanas, que han sabido estas cosas toda la vida, sin necesidad de racionalizarlas, puede que hasta sospechen de semejanzas ratoniles, a juzgar por los numerosos Ratones Pérez y Ratitas Presumidas que pueblan el imaginario infantil, empezando por aquel que estaba "debajo de un botón del Señor Martín". Personaje éste probablemente emparentado, al menos en Andalucía, con la esotérica familia de Los Martinitos, los duendes que andaban por los tejados en las noches de invierno. Pero no nos vayamos tan lejos.

En ese regazo, materno o paterno, aprenderá nuestro alevín las primeras cosas del mundo. Las que, curiosamente, no serán sino puros disparates: "Pipirigaña, / mata Lagaña / un cochinito / bien pelaíto. / ¿Quién lo peló? / La pícara vieja / que está en el rincón. / Alza la mano, / que te pica el gallo, / con un mono azul / y el otro canario".

Una tendencia, la del disparate prodigioso, que la literatura oral llevará muy lejos. De momento, se trata de ayudar al nuevo ser a reconocer su propio cuerpo con canciones y retahílas llamadas De dedos y manos, cosquillas y pellizcos, palmitas o al caballito, éstas ya sobre el empeine del pie, conforme la criatura ha ido resbalando por la topografía del amor. Al conjunto se le suele llamar Rimas de primera infancia.

He aquí algunas: Palmitas: "Palmas y palmas, / higos y castañas, / almendras y turrón / para mi niño son" (Jaén). Dedos y manos: "Este chiquitito / compró un huevito. Este flaco lo preparó. Este largote trajo la sal. / Este tonto lo sirvió / y este pícaro gordo / se lo comió, se lo comió" (Granada). A caballito: "En un caballito gris, / Juanito fue a París. / Al trote, al trote, al trote, / al galope, al galope, al galope" (Málaga). Naturalmente, los lectores conocerán infinidad de variantes de estas letras, cada cual con su sabor peculiar, sus evocaciones inefables. Combinadas unas con otras, o prolongadas hacia las cosquillas ("Anda ve a la carnicería, / y le dices al carnicero..."), resultan imprescindibles en esos juegos primigenios de conocimiento del cuerpo. Bien mirado, lo único que tenemos a plena certeza.

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