La rumba de Peret calentó el BAM
Los barceloneses se echaron a la calle en la noche del pasado sábado y llenaron la plaza de la Catedral. Los había payos y gitanos, niños que trasnochaban bajo el manto de la tolerancia festiva y abuelos que hacían lo propio porque la ocasión bien merecía la pena. Una embarazada dilataba sus ojos mirado al escenario luego que sus piernas aguantaran durante tres horas sus siete meses de gestación, y a su lado tres señoras endomingadas que habían soltado el lastre de sus maridos bailoteaban junto a la valla antipánico intentando no ser empujadas contra la silla de ruedas de otra espectadora que no se había querido perder el momento.Sí, era el BAM, pero no un BAM indie y juvenil, sino un BAM popular el que, gracias a Peret, se atiborró la avenida de la Catedral en la vuelta a los escenarios del rey de la rumba, entronizado en las fiestas de la Mercè gracias a que unos músicos que bien pudieran ser sus nietos han decidido rescatar su memoria y sus canciones. De todos ellos fue la noche del sábado, una noche caliente y mediterránea que Peret seguramente recordará durante muchos años.
Vendedor de ilusiones
Él no falló a la cita. Compareció Peret con una camisa estampada y esa proverbial labia del vendedor de ilusiones que sabe que tiene al comprador en el bote. No importó que problemas técnicos y de organización retrasasen más de una hora el inicio de su concierto, pues estaba escrito que la noche iba a ser suya. Ni tan siquiera un sonido horroroso e insuficiente para la multitud allí congregada logró enfriar los ánimos. Y si la técnica no le hizo sombra al rumbero, menos aún los artistas que le precedieron en el escenario.
Tonino Carotone abrió plaza con su canción italianizante y su aire esperpéntico y callejero. El público aceptó la broma, no se hizo preguntas y se dejó llevar. Luego, unos espléndidos Dusminguet apretaron el acelerador de la fiesta con su música mestiza y pachanguera, estupendo aperitivo para lo que después vendría. Y llegó con ellos mismos todavía en escena, ya que la banda de La Garriga cantó con Peret los primeros temas del recital de este último.
Canciones como Mig amic y Sonajero resultaron idóneas para calentar un BAM que no quiso fiar su pegada sólo al pop afligido que había sonado en la plaza del Rei gracias a dos formaciones inglesas (Piano Magic y Montgolfierd Brothers), cuya música se explica solamente con los índices de pluviometría de su país en la mano. No, en la avenida de la Catedral no llovió, allí lució el sol aunque era de noche.
Versiones chocantes
Lo hizo con un Peret más entrañable que resolutivo, con un Peret convertido en patriarca al que todos rindieron pleitesía, desde Mastretta a Macaco, de Tonino a Malú, de Amparo a Dusminguet. Algunas versiones resultaron casi chocantes, sin ir más lejos los aires de swing aplicados a Saboreando, pero la memoria popular rescató los estribillos de rumbitas clásicas como Borriquito, Una lágrima, Amor a todo gas, El gitano Antón y Es preferible.
La fiesta tenía acento propio y fue esta proximidad la que permitió que explotase en todo su colorismo, expresado cuando un buen ramillete de señoritas, por supuesto, subieron a escena a bailar No se pué aguantá. A Peret se le notaba lo satisfecho que estaba en los ojos, viendo a su alrededor todos aquellos traseros en movimiento. Fue aquel un momento para el recuerdo.
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