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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las urnas de Milosevic

La Unión Europea ha prometido a los serbios el final de las sanciones si la oposición, como auguran los sondeos, gana las elecciones presidenciales del domingo o la segunda vuelta del 8 de octubre. Los Quince se ven en la irónica situación de pedir el voto para unos comicios viciados de antemano. Nadie de buena fe puede creer que Milosevic, inculpado como criminal de guerra por el Tribunal de La Haya, que ha cambiado la Constitución para ser reelegido, esté dispuesto a dejarse arrebatar un cargo que constituye su única garantía de supervivencia. En el pasado, y sin tanta necesidad, ha falseado elecciones sin escrúpulos.En Yugoslavia faltan los requisitos de cualquier votación transparente. No hay libertad de información ni libertad de asociación. El dictador juega además una carta relevante: en un país todavía traumatizado por los bombardeos de la OTAN, le resulta fácil caracterizar a sus oponentes como traidores al servicio de una gran conspiración antiserbia. Así, la maquinaria de Belgrado identifica a Kostunica, el nacionalista moderado que aventaja en las encuestas a Milosevic, como un vendido a Occidente que "goza de las simpatías de los homosexuales y las lesbianas" (sic). Con menos retórica, la oposición agrupada en torno a Kostunica ve sus mítines prohibidos o disueltos, y sus activistas, detenidos o apaleados.

La misma ley electoral diseñada para la ocasión hace unos meses por el Parlamento de Belgrado, una caja de resonancia de Milosevic y su esposa, está pensada para el fraude. En ella se ha reducido a comparsa el papel de Montenegro, el socio crítico, y se estipula que el presidente yugoslavo sólo abandonará su cargo antes de tiempo -expira en julio de 2001- por fallecimiento, destitución o dimisión. En el caso óptimo, Milosevic seguiría mandando nueve meses después de que su rival tuviese nominalmente el poder. Una espera eterna en un polvorín administrado por un pirómano.

Belgrado ha dispuesto todo para excluir los milagros, incluyendo el veto a la presencia de observadores internacionales. Y por si no bastara con el desierto de garantías en que se desarrollarán los comicios, Milosevic tiene dos depósitos de fraude potencial en Kosovo y Montenegro. En Kosovo, donde la ONU se mantendrá al margen de las elecciones; en el dividido Montenegro, que boicotea oficialmente unos comicios que consagran su ninguneo como miembro de la federación, porque el bando pro Milosevic, que puede aglutinar hasta un 30% del voto, alega intimidación y anuncia que no acepta la supervisión de los colegios por las fuerzas montenegrinas.

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