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Tribuna:ARTE Y PARTE
Tribuna
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58 barrios de Barcelona ORIOL BOHIGAS

Después de los siete volúmenes (por cierto, ¿no nos habían prometido un noveno volumen dedicado al periodo más reciente?) de la monumental Historia de Barcelona dirigida por Jaume Sobrequés, el Ayuntamiento y Enciclopedia Catalana acaban de publicar cuatro volúmenes dedicados a Els barris de Barcelona, bajo la dirección de Ramon Alberch. Es un complemento acertado, diría indispensable, que ensaya otras perspectivas para entender la ciudad y otras tesis sobre los procesos morfológicos urbanos.En 1976 Jaume Fabre y Josep M. Huertas ya habían publicado sobre el mismo tema una serie de siete libros manuales que hay que considerar como el precedente de esta nueva obra, en la que precisamente ambos autores figuran como jefes de redacción. Pero ni por la envergadura editorial, ni por la inevitable actualización, ni siquiera por la posición teórica ante el tema, se trata de una simple repetición de aquellos textos. Porque la manera de enfocar el tema no es un problema baladí. Entender y describir una ciudad -aunque sea en términos relativamente divulgadores- implica establecer y apoyar las identidades que los definen como base para comprender la complejidad del conjunto urbano. Es decir, aceptar la ciudad como suma de elementos autónomos que encuentra precisamente muchos rasgos de su sentido en la interrelación -a veces conflictiva- de aquellas autonomías. Por otro lado, esas autonomías tienen como referencia fundamental el proceso de su transformación física y, por lo tanto, el valor significativo de la propia forma urbana. Así, una descripción desde los barrios parte de un enfoque relativamente opuesto al de una descripción desde los grandes acontecimientos generales históricos o infraestructurales porque implica aceptar el método de la fragmentación y subrayar una especial atención a los detalles peculiares. En consecuencia, situar en primer plano los fenómenos morfológicos. Fragmentación y prioridad morfológica son precisamente dos criterios descriptivos y proyectuales en los que se basa todavía hoy un debate general sobre la ciudad y en el que el método del proyecto urbano se distingue del de la planificación.

Por esto es muy oportuna la serie de textos de presentación del primer volumen, unos textos de Jesús Mestre, Jordi Borja, Ramon Grau y Carles Carreres que analizan la permanencia y, al mismo tiempo, la relatividad del concepto de barrio y de distrito en la historia global de la ciudad: la evolución temporal y espacial de los grandes centros metropolitanos sobreponiéndose a las identidades de los barrios y la historia de las divisiones administrativas y funcionales de la ciudad en las que han contado muchos criterios de política global.

Dentro del primer tema el magnífico texto de Ramon Grau analiza el crecimiento de la Barcelona moderna y el traslado y la creación de centros representativos en función de todos los acontecimientos políticos y económicos, condicionados siempre por el carácter no capitalino de la capital de Cataluña, un carácter no sólo impuesto por la realidad política del Estado, sino también por la escasa ambición representativa de la nueva burguesía industrial. Con la comparación entre el paseo del Prado de Madrid y la Rambla se explican dos maneras diferentes de representar una ciudad.

Otro texto importante es el de Jordi Borja Barcelona, els districtes per organitzar la dialèctica entre el govern de la ciutat i la vitalitat dels barris, en el que explica el proceso que llevó a la aprobación de la división territorial de 1984 como consecuencia de las propuestas democráticas para una descentralización administrativa en 10 distritos y en la que tenía que germinar una profunda descentralización política. El tema -uno de los programas más consistentes y más discutidos en la primera democracia municipal- tiene interés por su propia trascendencia en el futuro inmediato de la ciudad y el texto es doblemente sugestivo porque lo escribe precisamente uno de sus protagonistas. Aconsejaría leerlo en paralelo con un opúsculo recientemente publicado por el Seminari d'Història que dirige Joan Fuster, escrito por otro de los protagonistas de aquel proceso, Joaquim Clusa: Els districtes de Barcelona de 1984.

Me sorprende que entre esta serie de textos introductorios no se haya dedicado alguno al tema del Área Metropolitana, la operatividad de la cual falleció a destiempo por decisión de la Generalitat. Se habla muy acertadamente de las agregaciones de las villas colindantes entre 1897 y 1921 y su influencia extraordinariamente positiva en la transformación de la ciudad, pero hubiera sido muy útil -y ahora muy oportuno- establecer en paralelo con la actual Barcelona de indiscutible dimensión regional, una ciudad que, cuando reclamó durante el franquismo unas nuevas agregaciones administrativas parecidas a las que se habían concedido a Madrid, tuvo que aceptar sólo la forma del Área Metropolitana, ambigua y tan endeble que no ha subsistido. Incluso sería muy útil que estos cuatro volúmenes tuvieran una prolongación en la que se incluyeran los barrios reales de la Barcelona real, superando las limitaciones impuestas por los que se oponen -desde fuera y sobre todo desde dentro- a las inevitables agregaciones, si no de todas las poblaciones del área, por lo menos de las más adyacentes, las que han de configurar la ciudad unitaria que impone la propia geografía del Pla de Barcelona. ¿Qué diferencia hay en cuanto a relaciones sociales y territoriales, a interdependencias funcionales entre un barrio de L'Hospitalet, Cornellà o Santa Coloma con cualquier barrio de Sants o de Sant Andreu? No hay duda de que el día en que se desarrolle definitivamente la descentralización política de los 10 distritos de Barcelona, cuando en cada uno se pueda elegir al alcalde y su Gobierno y cuando entre todos podamos elegir al alcalde y al Gobierno metropolitano, los vecinos -y los políticos que temen perder poder- de L'Hospitalet, Cornellà o Santa Coloma entenderán que la agregación descentralizada les aportará mayor conciencia urbana y mayor capacidad de intervención en los intereses generales.

Oriol Bohigas es arquitecto.

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