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Reportaje:

Un 10% de inspiración vasca

Emerge Miranda

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La decepción de Cristina Petite

Treinta y seis deportistas vascos equivalen a poco más del 10 % de la delegación española destacada en Sydney, aunque ésta base un porcentaje más abultado de sus aspiraciones en la inspiración de navarros, guipuzcoanos, vizcaínos o alaveses.En esta cita el horizonte siempre resulta metálico, redondo: por toda aspiración colgarse no importa en qué cuello al menos 17 medallas, objetivo declarado de una delegación que concede a su facción vasca una responsabilidad de éxito porcentual superior a su presencia física. Las cábalas sólo admiten cierta relevancia en los prolegómenos de las citas olímpicas; después, sólo sirven para recordar un optimismo desmedido o una punntería en las predicciones demasiado aleatoria cuando de deporte se trata. Sin embargo, las cábalas funcionan a ratos pero sirven, al menos, para animar las vísperas de los Juegos. Se trata de la mejor manera de aproximarse a una cita que no deja de suscitar un interés desmedido. En Sydney, al menos seis deportistas vascos parten con posibilidades objetivas de recoger sobre sus nucas el codiciado colgante, sea del metal que sea. Si el sexteto confirmara las expectativas, y España alcanzara la meta de las 17 medallas, el 10 % vasco asumiría el 35 % del éxito español en Sydney, la prueba de que esta autonomía produce algo más que futbolistas o ciclistas.

El maratoniano Martín Fiz, Montxu Miranda (pértiga), la palista Izaskun Aranburu, Gabriel Esparza (taekwondo) y los ciclistas Abraham Olano y Joane Somarriba asumen su presencia en los Juegos como algo más que una cita ilusionante: lo suyo es un compromiso de acuerdo a sus aptitudes y su historial en la élite mundial. Fiz y Olano guardan en casa sus títulos mundiales y la piragüista Izaskun Aranburu acumula oros, platas y bronces entre Mundiales y Europeos, lo que convierte al trío en la punta de lanza de la delegación vasca, apreciación sujeta a la estadística, que no entiende de sorpresas. En el caso de Izaskun Araburu, su trayectoria viaja en tándem, puesto que compite en K2 acompañada por la sevillana Beatriz Manchón.

El navarro Gabriel Esparza dispone de una baza avalada por el potencial de la selección española de taekwondo, tan hábil en el ámbito internacional como la todopoderosa Corea del Sur. Las prestaciones de Esparza están sujetas a las particularidades técnicas del taekwondo, un deporte de exhibición en los Juegos de Seúl (1988) y Barcelona, donde la delegación española acostumbró al público a contar las medallas a pares. Gabriel Esparza comparte equipo con Francisco Zas y ambos se han paseado por las competiciones internacionales más relevantes recolectando medallas.

Igual que Olano, Somarriba pone a prueba en Australia sus aptitudes para la pelea contra el reloj, las mismas que le han permitido apuntalar sus éxitos en Giro y Tour en la temporada más gloriosa que ha conocido del ciclismo nacional femenino. Su reto es mantener la tensión en piernas y cabeza hasta que arranque el cronómetro. Somarriba se sabe irresistible en la pelea contra el reloj, pero también se reconoce cansada no sólo por la acumulación exagerada de esfuerzos sino por el estrés soportado en carreteras italianas y francesas. En su caso, pesa también el deseo de abrazar la vida civil, deseo limitado por las exigencias del profesionalismo. Somarriba se siente colmada en lo deportivo y no parece dispuesta a recrearse en su cima deportiva, lo que la obliga a un esfuerzo de voluntad para compaginar su carrera profesional con sus deseos domésticos. Sus opciones de medalla dependen menos de la actuación de sus rivales que de su ambición.

Los Juegos suelen rescatar para el gran público apellidos fácilmente olvidados y disciplinas oscuras: es el caso del saltador de pértiga Montxu Miranda. En una prueba dominada tradicionalmente por los atletas del este y tiranizada por Sergei Bubka, el atleta vizcaíno ha conseguido asegurarse al menos la atención de los medios y de los aficionados a las quinielas. Miranda batió el récord de España el pasado día dos con una marca de 5, 81 centímetros, superando la barrera psicológica de los 5, 80, un límite hasta entonces prohibido para los saltadores españoles. La marca llega en un gran momento y permite a Miranda saltar con la seguridad de que alrededor de esa altura las medallas dejan de ser utópicas. Su emergencia compensa las dudas del grupo nacional de atletismo, que ha perdido en dos días un parte de su historia (Fermín Cacho) y algo de su presente (Reyes Estévez). La circunstancia ha trasladado al maratón una cuota enorme de ilusión. Aquí, Martín Fiz entiende que ha alcanzado su última oportunidad de brillar en la élite. Se retira en Sydney, un puerto donde espera descubrir qué queda del atleta que irrumpió como un ciclón en la agónica prueba para sufrir después una serie de dolorosas decepciones. Sus opciones vienen avaladas tanto por su trayectoria como por su trabajo (recientemente sufrió un desmayo mientras se entrenaba), pero quedan oscurecidas por la sombra de Abel Antón y, sobre todo, por la pujanza de los atletas africanos, que han descubierto en la distancia un horizonte.Los Juegos suelen premiar con mayor generosidad las gestas individuales, los nombres propios sobre los conjuntos, lo que explica la discreción con la que parten los jugadores de balonmano Urdangarín, Olalla y Garralda o los futbolistas Mari Lacruz, Aranzubia y Bergara. Los tres primeros esperan el oro olímpico, es decir, justicia. El resto de los 36 deportistas vascos desplazados vivirá la cita olímpica de acuerdo a sus posibilidades, siempre condicionadas por la magnitud de los Juegos.

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