_
_
_
_

El horror de Omagh, en vídeo

Familiares de las víctimas reviven la tragedia en las duras imágenes del atentado

Los familiares de las víctimas del atentado de Omagh protestaron ayer por la dureza de los interrogatorios en la primera jornada del juicio, que provocaron el llanto de una mujer y la desolación a un par de policías del tribunal; pero el día de ayer fue aún más duro; la simpatía de los agentes no evitó a los testigos el peor trago de estas dos jornadas de instrucción pública: las imágenes de vídeo del atentado de agosto de 1988 que se proyectaron por la mañana en la sala del tribunal donde se celebra el juicio por este trágico episodio, que le costó la vida a 29 personas en la pequeña ciudad del oeste norirlandés.La mayoría de los asistentes abandonaron el recinto para verlas en la intimidad. Cuando el forense John Lackey anunció la inminente proyección de tres vídeos caseros grabados al minuto del estallido del coche bomba cargado con unos 150 kilos de explosivos, un grupo de seis familiares se levantó de sus sillas para marcharse, seguido al instante por otras 10 personas. Mientras, los demás se movían inquietos, conversaban entre ellos, sin saber bien qué hacer. Muchos optaron por alejarse de la mirada del público -abogados, técnicos y periodistas-, y caminaron hacia el recinto habilitado para las familias de los 29 fallecidos.

Al final, del medio centenar de familiares que ayer acudieron a la instrucción pública, menos de 15 vieron en público las devastadoras imágenes y fotografías de la explosión. "Ha sido muy duro; es horrible ver estas imágenes de la carnicería y de cientos de personas conmocionadas, heridas y en apuros", señala el sacerdote Shane Bradley.

Cuerpos sin vida en la calle, un niño con la cara ensangrentada, una joven dando los primeros auxilios a un herido, una mujer avanzando en círculos con expresión perdida: imágenes de desesperación bajo un cielo blanqueado por el humo de la explosión y con la voz del cámara repitiendo: "No lo puedo creer, una bomba, ¡Dios mío!", y las sirenas de ambulancias, bomberos y policía apagando los gritos de incredulidad.

Mientras se proyectaban los tres vídeos, el padre Bradley pasó su brazo sobre el hombro de los familiares de Oran Michael Doherty y Shaun Anthony McLaughlin, los dos niños irlandeses del pueblo de Buncrana que murieron en el atentado. Formaban parte de la excursión escolar, donde iban los españoles, que llegó a Omagh a los 10 minutos de recibirse los avisos de bomba. "He identificado en las imágenes a dos niños españoles; al menos creo que eran ellos", dice el sacerdote de Buncrana.

El padre Bradley no acertó, o quizá no quiso, poner nombres y apellidos a los rostros que reconoció.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Los familiares de los dos españoles asesinados, Fernando Blasco y Rocío Abad, no han visto este documento gráfico, que se proyectó ayer en su totalidad por primera vez; los padres de sus amigos irlandeses optaron, en cambio, por enfrentarse en público a este doloroso testimonio.

Acuden los familiares a la vista forense de Omagh, dijo el sacerdote, decididos "a conocer cada detalle de lo que sucedió, por muy dolorosa que sea la experiencia". "Sienten que la herida vuelve a abrirse, pero que a la larga puede tener efectos terapéuticos", reconoce.

Además de vídeos y fotografías del atentado, se desvelaron planos detallados de las calles afectadas por la bomba y del lugar donde aparcó el autobús de la excursión de Buncrana. Los niños españoles llegaron a Omagh después de recibirse los avisos de bomba, pero ni el conductor ni las monitoras fueron advertidos de la amenaza. Bajaron alegres del autobús y, tras pasar delante de una tienda de chucherías y atravesar el puente Bell's, enfilaron por Bridge Street hacia la calle comercial, que la policía estaba desalojando en ese momento.

En el recorrido, de apenas cinco minutos, oyeron que había un aviso de bomba y algunos de los cerca de 40 amigos que se apuntaron a la excursión regresaron corriendo al autobús. El resto caminó, sin saberlo, hacia el coche bomba. Obedecían, así, las instrucciones de la policía.

Con el mapa de Omagh ampliado en la pantalla, surgieron dudas inevitables: ¿por qué no se cortó el acceso por Bridge Street hacia la calle comercial? ¿Por qué no se desalojó por este tramo a los cientos de personas que estaban de compras ese sábado festivo?

Este corto trayecto sobre el puente Bell's es aparentemente la vía más idónea para despejar la calle principal que los terroristas señalaron, en mensajes confusos, como localización de la bomba. Los familiares de Buncrana fueron ayer conscientes de que esta acción hubiera salvado la vida de sus hijos y de sus amigos españoles.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_