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Tribuna:ANTE EL IX CONGRESO DEL PSPV
Tribuna
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Espectadores de la encrucijada socialista

Anda el PSPV en vísperas del congreso más decisivo que haya tenido en sus 23 años de existencia y en los 67 anteriores de organización regional o provincial del PSOE en el País Valenciano. Se espera de los afiliados, lo espera una parte de la ciudadanía progresista no hace tanto mayoritaria en la sociedad, que sean capaces de cerrar el largo periodo de crisis que se inició con la pérdida de la Generalitat en 1995 y que fue ahondándose en los amagos de solución en los que el entendimiento no sería la divisa dominante. Que sean capaces de conseguirlo es algo distinto aunque de ello dependa la recuperación de la credibilidad del partido y hasta de sus militantes; muchos, empeñados en querellas tribales como si del resultado dependiera su futuro particular, no han percibido este otro deterioro más difícil de restañar, que mortifica a quienes hacen de la militancia un compromiso honesto y encierra a los simpatizantes en una actitud vergonzante.Reducida la principal cuestión del congreso a la elección de un secretario general y de una ejecutiva, el perfil del futuro responsable acapara la atención. El proyecto político lo reducen unos a cuestiones de procedimiento interno, mientras al proyecto de otros no se le concede beligerancia porque nada se tiene para contraargumentar. Así las cosas, el nuevo liderazgo -el individual y el colectivo- lleva implícito el discurrir del futuro discurso socialista. Si se conforma en la medianía de los nombres que se han puesto en circulación, el discurso será una repetición del mensaje general del PSOE aunque oculte su debilidad con gestos y declaraciones de autonomía; si el liderazgo goza de autoridad política tendrá un margen de adaptación de la línea común y de creación de respuestas específicas para el País Valenciano. Nada tendrá que ver en ello la edad ni la novedad de los rostros, y dada la actual pirámide de población valenciana, el partido socialista haría mal pregonando su desconfianza en la capacidad personal o profesional de quienes han rebasado cierto umbral de años.

Los criterios de elección debieran ser otros. También los de exclusión. Así, por ejemplo, del nuevo secretario -o secretaria- general cabe esperar que no tenga cuentas pendientes con la justicia ni sea previsible que las tenga por actuaciones pasadas, tanto en su actividad pública como en su vida privada. Al nuevo secretario general debe exigirse una trayectoria intachable en la gestión de los asuntos que haya tenido encomendados si de verdad quiere hacerse merecedor de la confianza ajena. El liderazgo que hoy precisa el PSPV excluye vicarios y otras figuras subsidiarias o interpuestas, soluciones arbitristas y apuestas a ciegas. Personalmente me producen una gran desconfianza los aspirantes que envuelven su vacío en la propuesta de "devolver la ilusión" a la ciudadanía (¿acaso creen que pueden competir con el prozac?), como si la sociedad fuera un cuerpo inánime y la política un mero ejercicio de fascinación.

La elección de Rodríguez Zapatero en el 35 congreso del PSOE ha hecho pensar a algunos que la secretaría es una carrera abierta a cualquier militante. El derecho de optar es una cosa y la capacidad de discernir de los delegados otra bien distinta. Si los aspirantes se miran en varios de los integrantes de la ejecutiva federal es muy posible que encuentren un historial incipiente, casi en blanco, pero no es el supuesto de su secretario general. A sus 40 años, Rodríguez Zapatero, un rostro poco conocido para la mayoría de los españoles, tiene una larga experiencia política, igualable por pocos de los veteranos dirigentes del socialismo valenciano. Antes de llegar al máximo cargo del socialismo español ha ejercido una secretaría provincial y durante tres lustros ha demostrado ser un hábil fajador en las lides internas. Alineado con el sector renovador frente a los guerristas, resistió los movimientos destinados a desplazarle, incluido el feo asunto de la falsificación de censos por sus rivales que obligó a una intervención de Madrid, en una historia que trae a la memoria la escandalosa manipulación de los censos del PSPV, cuya adecuación definitiva a la realidad ha sido pospuesta a la celebración de su 9º congreso.

Lleva Zapatero en las Cortes 14 años de parlamentario, un récord que en la actualidad no iguala el más antiguo de los diputados valencianos. Y todo ese tiempo sin haber logrado jamás superar en votos a la candidatura popular, lo cual es un mérito en un medio competitivo que no suele perdonar las derrotas. Su carrera política comenzó precozmente al ser elegido concejal de León cuando concluía sus estudios universitarios. Una vida, pues, dedicada a la política en cargos públicos y orgánicos. Fue vocal de la ejecutiva hoy maldita de Joaquín Almunia y de ella ha salido indemne. Como puede apreciarse, la relativa juventud, en el ejemplo paradigmático de la actual renovación del rostro del PSOE, parece antes una coartada biológica que un argumento de peso. Y sin embargo Zapatero posee las condiciones, y es muy posible que cuente con las circunstancias idóneas, para liderar la recuperación del PSOE y llevarle algún día a la Moncloa.

¿Es repetible el modelo Zapatero en el PSPV, del mismo modo que se pretende un congreso mimético al federal de julio pasado? Habrá que comenzar poniéndose de acuerdo sobre lo que con ello quiere decirse. Si nos limitamos al perfil del candidato, son muy contados los que podrían equiparase o superar una experiencia como la del leonés. ¿Deberá el PSPV conformarse con menos cuando mayor es la crisis que se ha de remontar? Por otra parte, si se aspira a cerrar las diferencias mediante la integración de sensibilidades, la nueva comisión federal, con alguna excepción testimonial, es un ejemplo -ni bueno ni malo, sólo político- de cómo quien no estuvo en la votación del secretario ha quedado fuera en nombre del final de las corrientes. Tampoco parece la solución para el PSPV, máxime si se recuerda la complejidad de su funcionamiento interno, donde puede darse la situación del 8º congreso, con una dirección elegida por una corta mayoría pero a la postre probablemente minoritaria frente al comité nacional, máximo órgano entre congresos, como estuvo a punto de comprobarse en la moción de censura suspendida in extremis. Los delegados al congreso socialista tendrán en sus manos -y en su voto- la capacidad de definir el liderazgo que desean para su partido. Pero por muy satisfactoria que les resulte la opción escogida, habrá de pasar la revalidada del liderazgo social o merecerá la indiferencia que desde 1996 viene dispensando la sociedad a las direcciones que se han sucedido en el socialismo valenciano. Su elección, al margen de cómo y cuándo se decida el candidato a diputar la presidencia de la Generalitat, debiera realizarse en clave abierta pensando en los hoy espectadores -entre escépticos y hastiados- del cónclave, posibles votantes mañana.

José A. Piqueras es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Jaume I.

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