¡Estamos tan cerca del año 2001!
El que esto suscribe mantenía la teoría de que viajar en avión en un día entre semana, a mediados del mes de agosto, era una garantía absoluta de excelencia en los viajes, dado que habría menos vuelos y que AENA estaría en forma después de los desastres que periódicamente se producen todos los años en los primeros días de veraneo.Basado en ello, decidí sorprender a un familiar próximo y el pasado día 22 fui a recibirle a Barajas, en vuelo de Iberia que llegaba de Londres a las 21.20 horas, informándose que se retrasaba a las 21.40 horas.
A las 21.35 entra en escena un nuevo personaje, el ordenador de AENA, que decide que este vuelo ya no está en hora, ni con retraso, ni en tierra, sino en blanco.
A las 22.00 horas, y figurando como retrasado un viaje que teóricamente ha llegado a las 21.40 y sobre el que no se dice cuál es su nueva hora prevista, cometo mi tercer error del día (el primero, como ya habrá supuesto usted, ha sido ir al aeropuerto; y, el segundo, creerme lo que dicen las pantallas "informativas") y voy a información, donde me indican que el aparato ha tomado tierra; desgraciadamente, en los diez minutos empleados en informarme, ha salido el familiar que, al no verme, ha cogido un taxi.
Después de otros cuarenta y cinco minutos, tiempo más que suficiente para que incluso un aeropuerto como Barajas haya conseguido bajar a los viajeros y sus maletas, vuelvo a información del aeropuerto y a la de Iberia, donde me ratifican que el vuelo llegó a las 21.42, tanto en una como en otra no se extrañan que el ordenador a esa hora siga diciendo que el vuelo está retrasado, con esa típica expresión que viene a decir, "ya sabe usted cómo son los ordenadores". Finalmente, consigo contactar con el familiar en su domicilio, son las 23.30, a esa hora la pantalla informativa sigue diciendo vuelo retrasado; hora de llegada, 21.40.
Mientras conduzco de vuelta a mi domicilio, recuerdo que he observado grupos de gentes que se han encontrado por casualidad porque han salido por una puerta, pero han tenido que ir a por sus maletas a otra, y una idea surge de pronto: el ordenador actúa por su cuenta, y juega con nosotros fomentando el consumo de todo lo relacionado con el aeropuerto; es decir, bebidas para refrenar la ansiedad de la espera, lectura, tabaco, taxis que tienen que tomar los que no se ven, etcétera. ¡Estamos tan cerca de 2001! ¿O hay alguna otra explicación más racional?- Antonio Enrique Golderos Cebrián. Las Rozas, Madrid.
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