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Un año después, sin saberse nada

La Ertzaintza y el juez han visitado a la familia para expresarle su apoyo

Muchas hipótesis

La imputación del homicidio a Josu Hernando, de 27 años, el único detenido y compañero de trabajo de Laura Orúe en el restaurante donde ella trabajaba los fines de semana, se desvaneció por falta de pruebas. El Juzgado de Instrucción Número 8 de Bilbao le va a exonerar en las próximas semanas, según explicó ayer el abogado Jesús Lavín Madariaga, que representa a los padres de la joven muerta.Se anularán algunas actuaciones, fundamentalmente las relacionadas con la detención de Hernando, su declaración y la posterior rueda de reconocimiento a la que fue sometido, y en la que no fue identificado por la única testigo que le había señalado como el acompañante de la joven de Zeberio horas antes de su desaparición. En medios policiales se aguarda a esta decisión judicial con expectación, ya que permitirá a las unidades más especializadas de la Ertzaintza "acotar" la investigación e iniciar nuevas líneas.

Los hechos que ocurrieron entre las 23.50 del 28 de agosto, cuando la universitaria terminó su trabajo, una noche de luna llena, y aproximadamente las seis de la mañana [la autopsia confirmó que la joven estaba muerta antes del amanecer], constituyen un jeroglífico que más de 100 profesionales de distintos campos que han trabajado en el caso han sido incapaces de resolver. "Ni una pista, ni una huella, ni un dato; nada que permita siquiera encontrar una vía de investigación", argumentó ayer Lavín Madariaga y ratificaron los medios policiales y judiciales consultados.

En algunos círculos se ha apuntado una "deficiente" realización de la autopsia, pero también la policía autónoma ha recibido algunos varapalos por "fallos importantes" en sus diligencias. Los únicos datos objetivos existentes son que la víctima falleció "por sofocación" producida con una lámina de plástico que se emplea para envolver alimentos. El cuerpo no presentaba signos de violencia ni de haber consumido drogas. El resto son hipótesis.La joven pudo morir en su casa, situada a tres minutos caminando del restaurante en el que trabajaba los fines de semana, y a donde parece que fue a cambiarse de ropa, aunque este extremo no se ha podido probar. La mayoría de las hipótesis sostienen que fue una muerte accidental, "un homicidio imprudente, no querido", pero tampoco se descarta que fuera premeditado e incluso que "quisieran taparle la boca" en asuntos relacionados con las drogas.

"Criminólogos, ertzainas y la familia hemos pasado horas reconstruyendo los hechos y barajando posibilidades, pero es imposible dar un paso adelante. El cuerpo estaba en mal estado y no se pudo encontrar ni una huella. El pelo que apareció junto al cuerpo pertenecía a la víctima. La sangre del jersey era también de Laura", resalta Lavin Madariaga. El letrado incide en que el autor del homicidio tuvo que tener sangre fría para trasladar el cuerpo, de 50 kilos, y enterrarlo a ocho metros de un camino con la amenaza de ser visto. Parece que fue una casualidad, pero poco tiempo más tarde el perro de Laura apareció ahorcado muy cerca del lugar.

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"Todavía no me creo que esté sin ella"

Nadie sufre su ausencia como ella. María Ángeles Duoandikoetxea, la madre de Laura Orué, no puede desprenderse de la angustia que arrastra desde que hace justamente un año, vio por última vez a su hija pequeña salir del caserío familir del barrio de Zaldiarán, en Zeberio. Ayer, volvió a revivir cada momento, cada palabra de ese aciago día, y a María Ángeles se le acumuló todo el dolor en forma de susurros. "¿Quién me iba a decir a mí que esa tarde era la última vez que hablaba con ella, que la veía, que era el último día de la vida de mi hija? No pude creer lo que pasó después y todavía me cuesta hacerlo. Un año llevo sin ella. Las circunstancias me obligan a seguir pero no sé ni cómo puedo", cuenta con voz queda entre sollozos.María Ángeles sobrevive al dolor con medicamentos. Los ánimos de familiares y amigos; las visitas de responsables policiales de la investigación para hacerle saber que la Ertzaintza no olvida el caso y sigue trabajando; las del juez que dirige las pesquisas y le dice cariñosamente que hace todo lo posible por esclarecer la muerte de Laura, no le sirven de gran ayuda. "Sé que hacen lo que pueden pero nadie me puede dar nada. Tengo que arreglarlo yo sola. Sé que tengo que coger fuerzas", dice como si quisiera convencerse a sí misma.

La madre de Laura Orúe, que tiene dos hijos más, habla de su pequeño nieto, que le ayuda sin saberlo a olvidar por un instante el dolor, pero son sólo instantes porque "el lugar de Laura no lo ocupa nadie".

Un responsable de la Ertzaintza que investiga en la comisaría de Galdakao visitó el pasado 23 de agosto el caserío de la familia Orúe y a los padres, hermanos y cuñado, a quienes les explicó que están a la espera de lo que decida el juez en los próximos días sobre las líneas de investigación a seguir. Empezarán desde el principio de nuevo, si hace falta, pero no van a arrojar la toalla. El juez titular del caso, Franciso Javier Barbancho, se incorporó al juzgado el pasado día 23. En su equipaje de vacaciones había llevado los más de 4.000 folios del caso.

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