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Las patrullas se quedan solas

Miquel Noguer

Están muy enfadados. Y hablan de "sacar los palos a la calle". Los organizadores de las patrullas vecinales de Ciutat Vella no consiguieron movilizar más que a unas 20 personas para la ronda del domingo, pero aseguran que continuarán saliendo cada día mientras no observen más presencia policial y un descenso de la delincuencia. Sólo exigen "poder salir a la calle", y hacerlo con seguridad.Pero la xenofobia aflora entre la indignación. Las asociaciones de vecinos de Ciutat Vella lo han constatado y, por ello, niegan cualquier tipo de apoyo a las patrullas vecinales. "Salir a la calle no es la solución, ya que es la policía la que tiene que vigilar el barrio". Así lo manifestaba ayer uno de los representantes de la Asociación de Vecinos del Raval.

Alfonso, uno de los miembros de la patrulla, aseguraba que ha entrado en la asociación de su calle para intentar que el resto de vecinos "se mueva". Considera que las asociaciones de vecinos tendrían que utilizar "mano dura" contra los delincuentes.

En opinión de los miembros de las patrullas vecinales, los inmigrantes son los culpables de la degradación que vive el barrio. Acusan a los magrebíes de ser los "reyes de la droga", de proferir amenazas, de ser los autores de los pequeños hurtos y de la inseguridad que se ha apoderado de ellos. Distinguen entre los habitantes del barrio "de toda la vida" y los que han ido llegando. A estos últimos los conocen. Saben qué bares frecuentan y los evitan.

A unos 20 metros del lugar donde se concentró la patrulla de la calle de Montserrat ayer por la madrugada, hay un bar frecuentado por magrebíes. Los vecinos aseguran que los autores de la brutal agresión que sufrió un travestido el pasado fin de semana son parroquianos de este establecimiento. "Se han hecho los dueños del barrio. Hay que hacer algo" coincidían.

Pero ¿qué hay que hacer? Las soluciones son tan diversas como miembros tiene la patrulla. "Eso lo arreglo yo con una bayoneta" aseguraba uno de los vecinos mientras recordaba la época en que trabajaba como sereno. "Cuando nos encontrábamos con un tipo raro tirado en la calle, le pinchábamos la barriga. No volvíamos a verlo", explicaba con orgullo. Otro de sus interlocutores habla claro. "Eso lo arregla la Falange en un santiamén". El resto del grupo permanece en silencio.

Ante la oleada de quejas por la inseguridad del barrio, las administraciones se han apresurado a publicar cifras. Entre el 1 y el 21 de agosto los delitos en Ciutat Vella han disminuido en un 9,4% respecto al mismo periodo del año pasado. Así lo aseguraba ayer un portavoz de la Delegación del Gobierno. También afirma que durante el verano han llegado a Barcelona más de 500 efectivos del Cuerpo Nacional de Policía.

Y empiezan a ser visibles. La madrugada del lunes, mientras los vecinos patrullaban por la calle de Montserrat, un vehículo del Cuerpo Nacional de Policía parecía escoltarlos. En 10 minutos pasó cinco veces por la esquina. Siempre el mismo coche. Una pareja de guardias urbanos tampoco se movió de la calle de Montserrat y los vecinos los miraban entre incrédulos y divertidos. "Si cada noche fuese así, no tendríamos que salir nosotros". A las 0.15 horas saltó la alarma. "Han atracado a un hombre a dos calles de aquí". Se lo habían robado todo. Los vecinos ni se inmutaron. Media hora más tarde desmontan la patrulla. De hecho, se desmonta sola, ya que sus integrantes, uno por uno, desaparecen disimuladamente. "Pero mañana volveremos".

Jordi Roviralta

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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