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El guineano muerto en una comisaría canaria falleció por un golpe y no por ingerir drogas

Patricia Ortega Dolz

Antonio A. Fonseca, ciudadano de Guinea Bissau, de 32 años, sufrió una "muerte refleja" a causa de un golpe seco en el cuello, el pasado 20 de mayo. Había viajado desde su residencia de Madrid a Arrecife (Lanzarote) para ver a su hermana. No regresó de la isla. La policía detuvo a Fonseca una noche y a la mañana siguiente apareció muerto. La primera autopsia achacaba el fallecimiento, en coincidencia con la versión policial, a la ingestión de estupefacientes. El informe de los análisis toxicológicos, conocido ayer, descarta de plano que hubiese tomado ninguna droga.

Ni rastro de la heroína

El resultado de los análisis toxicológicos, con fecha del 24 de julio, confirma la tesis de la segunda autopsia, realizada por el catedrático de Medicina Forense José Antonio García Andrade, a petición de los familiares del fallecido. Los hematomas que el cadáver de Antonio A. Fonseca presentaba en el rostro y en los brazos hicieron sospechar a su hermana Amalia que la ingestión de estupefacientes no podía ser la causa de su muerte. No se equivocaba."Este hombre sufrió una muerte refleja a causa de un fuerte golpe en el cuello cuando estaba siendo sometido a una situación límite de estrés", explicaba ayer García Andrade.

Sin medidas cautelares

Existen varias zonas reflejas en el cuerpo humano: el cuello, el corazón, la boca del estómago y los testículos. Un golpe seco y contundente en una de estas partes mientras alguien está sometido a una importante situación de estrés o de ansiedad puede producir una parada cardiorrespiratoria. A este tipo de muerte se la conoce médicamente como "muerte refleja".

Ésta es la explicación que esgrime el doctor García Andrade y que sustenta al afirmar que "el cadáver del fallecido presentaba un estómago sangrante", siempre producido como consecuencia de una enorme sensación de angustia, la que en este caso debió sufrir Antonio A. Fonseca antes de morir.

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Tras más de tres meses de estudios, las dudas sobre lo que causó la muerte al ciudadano guineano han quedado disipadas con los resultados de los análisis de las muestras de sangre y vísceras que García Andrade envió al Instituto Toxicológico de Santa Cruz de Tenerife. No se halló rastro de ninguna droga, por lo que ha quedado descartado por completo que la muerte se produjera como consecuencia de la ingestión de varias bolsas de heroína.

Ésa fue precisamente la versión inicial y oficial de la policía, corroborada por la primera autopsia, realizada por los facultativos de la Cruz Roja. A la mañana siguiente de la muerte de Antonio A. Fonseca ya estaba hecho ese primer estudio forense, en el que no se mencionaba la existencia de ninguna clase de traumatismos o lesiones y se confirmaba la versión policial que achacaba la muerte a una sobredosis de estupefacientes.

Pero los análisis toxicológicos son definitivos: ni rastro de la heroína que según la policía había ingerido el ciudadano guineano, ni de envoltorios plásticos, ni daños o perforaciones en las paredes en el aparato digestivo, típicas en las muertes de correos de la droga, que había detectado la primera autopsia en el esófago. En la explicación inicial de la policía, que hasta el momento no ha sido modificada, se justificaba la detención de Fonseca porque los agentes observaron que "el detenido emprendía una clara huída al detectar su presencia", que mostró una "actitud agresiva" y que había "indicios suficientes para pensar que fuera un vendedor clásico de droga". Incluso se llegó a afirmar que había arrojado tres bolsas de droga en un portal antes de ser detenido. Amalia Fonseca siempre sostuvo que su hermano no tenía nada que ver con el narcotráfico. La abogada de la familia del fallecido, Amparo Banqueri, ha comprobado que carecía de antecedentes por ese tipo de delitos.

Ya en la comisaría, y siempre según la versión de la policía, entró en "un estado de semi-inconsciencia y poco después falleció". Los facultativos de la Cruz Roja intentaron sin éxito reanimar a Fonseca. Es uno de los pocos puntos en los que coinciden ambos exámenes forenses.

Según el realizado por García Andrade, la muerte de Fonseca "fue súbita, desencadenada de forma rápida, dentro de un periodo de dos horas desde la aparición del episodio terminal" y "fue sometido a maniobras de reanimación mediante masaje cardiaco externo, expresado en cuatro contusiones circulares" producidas por un cardio-estimulador.

Los hematomas más visibles, los que a primera vista observó y fotografió Amalia cuando fue a recoger a su hermano al cementerio "se corresponden con golpes que no inciden en la causa de la muerte" y que pueden entenderse como consecuencia de la resistencia que ofreciese el fallecido al ser agredido o a posibles caídas que pudiese sufrir, añade el informe de García Andrade.

Con este dictamen, Banqueri ha presentado una querella en el juzgado número uno de Arrecife (Lanzarote) -que hasta el momento ha dirigido las investigaciones- contra los policías que detuvieron a Antonio A. Fonseca. La letrada madrileña argumentó que la denuncia es "por asesinato con abuso de autoridad y alevosía".De este modo ha solicitado que se adopten las medidas cautelares oportunas en relación al caso, como la detención de los agentes que arrestaron al ciudadano guineano. Además, demanda 100 millones de pesetas de indemnización para la familia. "Lo sorprendente", afirmaba ayer Banqueri, "es que aún no he tenido noticia de que se haya tomado alguna medida cautelar".

La insistencia y el tesón de Amalia Fonseca, que ayer todavía se mostraba armada de paciencia, sumado al apoyo de las organizaciones de ciudadanos guineanos han dado sus frutos. La muerte de Fonseca ya no tiene remedio, pero quizá el hijo que dejó en camino y que lleva en el vientre su novia Clara hace siete meses podrá llegar a saber cómo y por qué murió su padre.

"¡Amalia, Amalia, sacadme de aquí!"

Era la madrugada del pasado 20 de mayo. Antonio Augusto Fonseca, que apenas llevaba cuatro días en Arrecife, fue detenido por la policía al salir de la casa de su hermana. "¡Amalia, Amalia, sacadme de aquí!," gritó, desesperado, desde el maletero del coche patrulla. Amalia corrió a la puerta y pudo ver cómo varios agentes forcejeaban con su hermano y lo introducían en él a la fuerza. "Sus gritos aún retumban en mi cabeza", afirma ahora. Esa misma madrugada, Amalia acudió a la comisaría para interesarse por Antonio. "Es tarde, vuelva mañana", le dijeron varios policías. Así lo hizo. Pero al día siguiente se repitieron las evasivas: "Vuelva dentro de una hora, que vamos a trasladar a todos los detenidos al juzgado".

Del juzgado a la comisaria y de la comisaria al juzgado. Nada. Antonio no estaba en ninguno de los dos sitios, sino en el cementerio de Argana Alta acompañado de una autopsia realizada por miembros de la Cruz Roja que decía que había muerto a causa de la ingestión de estupefacientes.

"Me enteré porque unos paisanos míos habían tenido conocimiento de que había muerto un moreno y me dijeron que creían que era mi hermano", explica Amalia.

Rápidamente, se encaminó al cementerio. Allí encontró el cadáver de Antonio con el rostro y los brazos llenos de hematomas y con un certificado de defunción en el que se achacaba la muerte a haber tomado varias bolas de droga.

"Pero mi hermano no era ningún traficante. Además, las drogas no provocan cardenales por todo el cuerpo", comenta, indignada, al recordar lo sucedido.

Decidida y convencida de que la causa de la muerte de Antonio no era la que establecía el informe policial, Amalia tomó varias fotos de su cadáver. "Aún las guardo conmigo", dice.

A las 24 horas y tras superar el impacto emocional, acudió a una asociación de compatriotas guineanos. Les mostró las imágenes y les narró los hechos . Desde la misma organización la pusieron en contacto con la abogada que lleva el caso, Amparo Banqueri.

La primera medida fue solicitar una nueva autopsia. Hoy, después de que las pruebas toxicológicas han descartado que la causa de la muerte sea la ingestión de drogas, Amalia sólo acierta a decir: "Espero que se haga justicia".

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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