Segundo atentado etarra en tres años
No es la primera vez que ETA deja su huella macabra en Sallent de Gállego (Huesca), una población que, salvo en verano, no tiene más de 900 habitantes. Sus guardias civiles ya saben lo que es ser objetivo terrorista.Hace tres años, el 9 de agosto de 1997, la banda puso una bomba en el cuartel del instituto armado en el pueblo. Concretamente, en la caseta de un perro. Un fallo técnico evitó la tragedia: la explosión causó daños de escasa consideración en el segundo piso del acuartelamiento y desperfectos en la estructura. No hubo daños personales.
En aquella ocasión el susto fue a las tres y cuarto de la madrugada. Los terroristas habían colocado el artefacto, 10 kilos de amonal introducidos en un recipiente de aluminio y escondido en una mochila, en el interior de la caseta de un perro adosada a la pared lateral norte del edificio. Sólo explotaron tres de los 10 kilos, por un fallo en la composición del artefacto: demasiado polvo de aluminio para la cantidad de nitrato amónico, según explicó la Guardia Civil tras la explosión.
A pesar de ello, la bomba destruyó los cristales de todos los edificios existentes en un radio de 50 metros. Si hubiera explotado toda, peor suerte hubiera tenido el agente que prestaba esa noche servicio de puerta, y que salió ileso.
Por esta acción, la Audiencia Nacional condenó en mayo de 1999 a 15 años de cárcel al etarra Kepa Arronategi, integrante del comando Katu de ETA, quien, según la sentencia, colocó en unión de otra persona los 10 kilos de explosivos en la caseta del perro del cuartel de la Guardia Civil.
Arronategi fue condenado también a 72 años por intentar matar al rey Juan Carlos durante la inauguración del Museo Guggenheim, en Bilbao, en octubre de 1997, con unos tubos lanzagranadas.
Durante los preparativos del magnicidio, y tras ser descubiertos, los miembros del comando Katu asesinaron a tiros al ertzaina José María Agirre. Arronategi fue detenido días después junto a su novia, Izaskun Urionabarrenetxea.
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